De intrahistorias

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18 may 2018 / 20:43 h - Actualizado: 18 may 2018 / 22:58 h.
"Pareja de escoltas"

Hablábamos el pasado sábado de Paco Adorna, hermano mayor del Rocío de Triana allá por los sesenta. Por aquel entonces, si saltamos de una a otra orilla del río, la Amargura acababa de entronizarse en su flamante y muy carmonense retablo mayor de San Juan de la Palma. Se entendía, como luego lo hizo el Gran Poder en su nueva Basílica, que ya no harían falta aparatos portátiles para los cultos anuales y se decidió vender la corpulenta escalinata plateada del Septenario de la Amargura, antiguo paso de misterio despiezado, el potenkim de la leyenda del Herodes de hace un siglo. Quedó expuesto en el cancel interno del templo pero nadie quiso posar sus ojos en él. La enajenación parecía quedar frustrada hasta que la Hermandad del Rocío de Triana decidió adquirirlo. Esta vez no fue, como refería la semana pasada, un acalorado acuerdo, que el acierto de la adquisición ha sido suficientemente probado en la grandiosa solemnidad de tantísimos cultos, monumental peana para el salomónico Simpecado. Por qué lo compró Triana. La pregunta vuelve al aire ahora que ambas corporaciones acaban de firmar un acuerdo de restauración y uso común por el que seguramente vuelva a pisarlo la maternal huella de la afligida Dolorosa. Repito que la compra fue un acierto, hoy nos la pisamos con los estirados conflictos de intereses. ¿Pero tendría que ver, aunque solo sea de refilón, nada, que el Hermano Mayor de la Amargura, Bermudo, era suegro –y un suegro en aquella época era ¡firmes! un suegro– de Paco Adorna? Anda, anda, anda... ~

Hablábamos el pasado sábado de Paco Adorna, hermano mayor del Rocío de Triana allá por los sesenta. Por aquel entonces, si saltamos de una a otra orilla del río, la Amargura acababa de entronizarse en su flamante y muy carmonense retablo mayor de San Juan de la Palma. Se entendía, como luego lo hizo el Gran Poder en su nueva Basílica, que ya no harían falta aparatos portátiles para los cultos anuales y se decidió vender la corpulenta escalinata plateada del septenario de la Amargura, antiguo paso de misterio despiezado, el potenkim de la leyenda del Herodes de hace un siglo. Quedó expuesto en el cancel interno del templo pero nadie quiso posar sus ojos en él. La enajenación parecía quedar frustrada hasta que la hermandad del Rocío de Triana decidió adquirirlo. Esta vez no fue, como refería la semana pasada, un acalorado acuerdo, que el acierto de la adquisición ha sido suficientemente probado en la grandiosa solemnidad de tantísimos cultos, monumental peana para el salomónico Simpecado. Por qué lo compró Triana. La pregunta vuelve al aire ahora que ambas corporaciones acaban de firmar un acuerdo de restauración y uso común por el que seguramente vuelva a pisarlo la maternal huella de la afligida Dolorosa. Repito que la compra fue un acierto, hoy nos la pisamos con los estirados conflictos de intereses. ¿Pero tendría que ver, aunque solo sea de refilón, nada, que el Hermano Mayor de la Amargura, Bermudo, era suegro –y un suegro en aquella época era ¡firmes! un suegro– de Paco Adorna? Anda, anda, anda...