De la bulla a la masificación

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15 abr 2017 / 22:12 h - Actualizado: 15 abr 2017 / 21:58 h.
"Cofradías","Madrugá","Semana Santa 2017","Sucesos de la Madrugá 2017"

Los incondicionales de la Semana Santa de Sevilla lo tienen claro: es imprescindible más mano dura en los dispositivos de seguridad en torno a este fenómeno cultural-religioso-festivo que constituye la seña de identidad por antonomasia de nuestra ciudad. Me gustaría que me explicaran qué entienden exactamente por más mano dura, aunque resulta evidente que eso de que aquí las bullas se administran espontáneamente sin problemas ha dejado de ser una realidad. Los sucesos de la última Madrugá de Viernes Santo han puesto de manifiesto un problema latente que sólo parecíamos advertir quienes perdemos la calma en las frecuentes ocasiones en que para ver una procesión nos metemos en una callejuela estrecha donde la multitud se apiña sin posibilidad de escapatoria.

La bulla controlada, hasta el momento considerada una demostración de idiosincrasia sevillana, está adquiriendo unos tintes inquietantes desde que dejó de llamarse bulla y empezamos a denominarla como masificación. En la Madrugá el público hace muchos años que dejó de ser sólo cofrade y se le sumó una amalgama noctámbula de los más variopintos intereses, desde fiesteros irredentos a adolescentes ávidos de libertad pasando por muchísimos turistas curiosos y unos pocos directamente camorristas con ganas de liarla.

Las fuerzas de seguridad han reforzado sus dispositivos desde que en el año 2000 y también en 2015 se produjeran incidentes similares a los de este año, con carreras incontroladas, estampidas y graves situaciones de pánico en el discurrir de algunas hermandades. Resulta revelador que días atrás aparecieran críticas en las redes sociales al excesivo celo del Cecop, el órgano municipal de coordinación de emergencias, por el rigor con el que se aplicó el límite de aforo en algunos puntos del recorrido de las cofradías, y que en opinión de los cofrades, en nombre de la seguridad, ha dejado a las procesiones sin público en algunos tramos acotados. Imposible resultaría tener a todos contentos y mucho más impedir que los sevillanos se tomen como algo personal todo lo que se refiere a la Semana Santa. Porque en esta ciudad, tratándose de la Semana Santa, sin duda estamos hablando de algo personal.

Y aunque los capillitas no pueden pretender que la ciudad les pertenece en exclusiva durante estos días, lo que es indudable es que nos corresponde a todos, cofrades o no, la defensa de una fiesta que no sólo representa la más valiosa de nuestras tradiciones, sino también el motor económico más activo de nuestro pujante sector turístico. No hay más que ver los hoteles, bares, comercios y restaurantes a rebosar. Así que esto de las carreritas en Sevilla se tiene que acabar. Sin dilación. Porque no podemos permitir que la Madrugá se convierta en algo que no debe ser y porque las llamamos carreritas porque aquí somos mucho de diminutivos, pero con esa multitud en la calle este fenómeno representa un riesgo de seguridad ciudadana de alto nivel.

¿Mano dura? ¿Prevención? ¿Planificación? Todo menos que la Semana Santa se convierta en el objetivo preferido de gamberros, alteradores del orden, sembradores de pánico y otros descerebrados sin nada mejor que hacer. Señores del Cecop, pónganse las pilas porque el desafío es tan mayúsculo como nuestra Semana de Pasión.