El otro día me arriesgué a participar en uno de esos juegos de Facebook, en concreto ese en el que a través de una fotografía es capaz adivinar tus genes para decirte si vienes de italianos, alemanes o japoneses. Resulta que vengo de japoneses y llevo varias noches sin dormir bien porque hasta donde yo sé mis antepasados son todos de Arahal y de la provincia de Cádiz. Tengo los ojos dormilones o de párpados distraídos, aunque no precisamente rajados. Es verdad que estudié en Coria del Río, pero no tengo ningún antepasado de ese pueblo, donde en el siglo XVII vivió un japonés que la lió parda, Hasekura Tsunenaga, un personaje. Ninguno de mis antepasados estuvo jamás en el país del sol naciente, que sepamos en la familia, así que es lógico que esté intrigado con mis posibles genes nipones. No es que me preocupe, porque admiro a los japoneses que conozco por su amor al flamenco y a las cosas en general de nuestra tierra. Mira que si el samurái que apareció por Coria fue un día a Arahal y lió la guita. Veo su retrato y tenía el tío una cara de Don Juan que se la pisaba. ~