Pregón de la Semana Santa 2015

Dímelo, Lutgardo

Dime pregonero que está todo escrito pero no está vivida la locura que nos aguarda

21 mar 2015 / 20:17 h - Actualizado: 21 mar 2015 / 20:21 h.
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Dime que la poesía ha caído rendida, otra vez, en los brazos poderosos del Dios del barroco que expira en Triana. Dime que tus versos han encontrado la métrica del pañuelo de la Esperanza, la estructura móvil pero impredecible del movimiento enigmático de la túnica del Señor de Sevilla. Dime, Lutgardo, que todo está escrito pero no está vivido, que en este minuto mismo se está subiendo al paso la última imagen que permanece en tierra. Dime que está a punto de zarpar nuestra locura buscando el mar de nuestra infancia, que todo está a punto de cumplirse, que mi padre lo está viendo desde el cielo. Dime, Lutgardo, que la túnica azul de mi salón se manchará de albero y de cera, que aquel traje blanco tiene el ancla levada y que el tambor del cuarto de mi hijo pequeño tiene la tarjeta de embarque a punto de caramelo. Dime que no estoy soñando, que no estoy loco. Dime que dentro de una semana todo tendrá sentido, que mi ciudad será mi ciudad y no la urbe que aparenta serlo tantos días del año sin mostrarse tal y como es, tal y como siente. Dime, Lutgardo, que se está levantando el telón y que los besos del talón se dan ahora en la calle. Dime que los costaleros están puestos, que los músicos tienen los labios dispuestos para millones de besos. Dime que los enfermos tienen más ganas de curarse y que las flores más hermosas están a punto de perder la batalla delante de tanta belleza.

Dime, Lutgardo, que todo cobra sentido, que Joaquín llevaba razón cuando nos dijo que la vida era una semana, que estamos a punto de darnos de bruces con una realidad que nos vence. Dime, Lutgardo, que este rumor que siento en el pecho es la antesala del derroche, que está a punto de estallar la primavera cierta, que no estoy loco si no es de amor por la ciudad más hermosa del mundo.

Dime, Lutgardo, que Dios vive en Sevilla... Y su Madre también. Dime que la cal de nuestras paredes aguarda blanca para reflejar la pasión de Cristo. Que la brisa que llega del río anuncia caminatas y llanto, carreras, chicotás y Esperanza, mucha Esperanza.

Dime, Lutgardo, que las grandes cosas de esta tierra suceden siempre cerca de un arco, que la mejor lección la dicta siempre un Cristo muerto en la cruz, que la muerte puede ser buena y que dentro de unas horas los sevillanos nos jugamos la vida. Dime, a tumba abierta, que este orgullo es duradero, que no tengo porqué esconderme. Dime, Lutgardo, que el azahar no es una fragancia sino un anuncio de la gloria en forma de flor –breve como la vida misma– y que la cera que estamos a punto de quemar volverá a ser cera dentro de un año.

Dime, Lutgardo, que ya puedo sonreír, que la espera ha terminado, que ya tengo permiso para gritarle al mundo que todo comienza, que no deje de mirar una y un millón de veces esta papeleta de sitio. Dime que el invierno ha quedado detrás y que tengo el universo por delante. Dime que empieza la Semana Santa de Sevilla. Dímelo, Lutgardo. Lo necesito. ~