El fin del mundo

Image
09 sep 2017 / 23:27 h - Actualizado: 09 sep 2017 / 23:27 h.

A la vez que designa a conocidos negacionistas del cambio climático para dirigir la máxima agencia medioambiental del país y la NASA, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha tenido que mandar evacuar a millones de personas de la costa de Florida por la llegada del huracán Irma, un fenómeno meteorológico de proporciones épicas con un efecto devastador difícil de prever. El mayor tifón de la historia del océano Atlántico mantiene en vilo este fin de semana a grandes ciudades como Miami y Tampa, cuyos habitantes no han dudado en salir por patas de sus hogares para alejarse de esta catástrofe anunciada.

Después de que hace apenas dos semanas el huracán Harvey desencadenara el diluvio sobre Texas, donde se mantuvo estancado durante varios días anegando de forma inaudita la tercera ciudad del país, Houston, los americanos se han puesto a rezar a ver si surte efecto contra la tempestad. Mientras, se declaraba el estado de emergencia y un cinematográfico despliegue militar pone en marcha a la Armada, la Fuerza Aérea, la Guardia Nacional y a miles de efectivos civiles y militares para la protección y el rescate de las víctimas.

A todos esos que minimizan los efectos del calentamiento global, o que defienden con suficiencia que el cambio climático es un proceso cíclico en el que la mano del hombre no influye de forma severa y decisiva, les daba yo un huracán de estos, y mucho mejor, un monzón en un país asiático sin tanto despliegue militar para defenderlos. Claro que es época de monzones y de huracanes, pero que estos han aumentado su intensidad y ferocidad es algo que ya resulta innegable. El clima sigue su curso natural, sus ciclos periódicos, pero los fenómenos extremos no dejan de batir récords año tras año.

Tenemos un ejemplo muy cercano con las olas de calor en Andalucía, donde, desde que existen registros, solo cuatro años se habían producido dos olas de calor el mismo verano. Se considera que se produce una ola de calor cuando las temperaturas máximas rondan los 42 grados durante tres días seguidos. Pues bien: solamente este verano, los andaluces hemos soportado cinco olas de calor sucesivas. CINCO. Decimos que es normal, que siempre hemos tenido días de mucho calor en Andalucía, y es cierto, pero que esos días se están haciendo cada vez más numerosos es una realidad matemática. Algo apocalíptico debieron intuir en Italia y los Balcanes el mes pasado que a la tremebunda ola de calor que soportaron la llamaron Lucifer.

Al oír las informaciones sobre los huracanes y poco después el terremoto de México (el más violento de la historia) no pude dejar de pensar que da miedo tanta furia de la naturaleza. En México, uno de los países de mayor actividad sísmica del mundo (si miramos el mapa de Centroamérica casi puede adivinarse una cruz que señala el lugar por donde un día geológicamente lejano se partirá en dos el continente americano) afortunadamente han aprendido mucho desde el devastador terremoto de hace 30 años y parece que este no tendrá un balance tan destructivo como entonces. Pero de cualquier modo el azote de los elementos coincidiendo en la misma área geográfica produce una desazón tremenda. Una visión terrorífica del futuro al que nos exponemos.

A ver. A ver si a Trump le causara el mismo efecto y cambiara de opinión respecto a los acuerdos sobre el clima. Aunque mucho me temo que a este hombre le pone mucho más un despliegue militar de película que un compromiso de verdad para proteger el planeta.