El joven anarquista

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03 abr 2019 / 07:29 h - Actualizado: 03 abr 2019 / 07:31 h.
"Opinión","La vida del revés"
  • El joven anarquista

Esta noche pasada, todo ha sido un verdadero calvario. He dormido fatal, un intenso ardor de estómago impedía que lograse conciliar el sueño. Solo antes del amanecer he tenido un rato de descanso. Y no porque durmiese. No, no, todo lo contrario. Desesperado por las cuatrocientas mil vueltas que había dado en la cama, decidí ir al salón. Para ver la televisión, para leer, para mirar por la ventana, para cualquier cosa que no fuera dañina. Entorné la puerta para que el ruido no despertara al resto del personal, encendí la lámpara pequeña, y voilà, allí estaban, sentados en sofás y sillones, en el suelo, sobre el televisor, uno colgado de la lámpara. Eran varias réplicas de mí mismo de distintos momentos de mi vida. El de la lámpara era mi yo anarquista, el más jovencito, mi preferido. Me gustó mucho reencontrarme con el joven profesional que arrasaba con todo, mi segundo preferido. El resto de reproducciones eran más convencionales, más reflexivas, más aburridas.

Como no podía ser de otra forma, yo y yo y solamente yo, montamos un debate en el que ninguno estaba de acuerdo consigo mismo. Fue, tan maravilloso como irritante, comprobar que mis distintas formas de pensar habían sido reales y ciertas. Todas. He podido evolucionar y, sin perder la esencia por el camino, he logrado ir modificando la forma de pensar para entender lo que sucedía en cada momento, para poder mantener ideas intactas y romper en mil pedazos otras. Como todo el mundo sabe, el ser humano suele ser bondadoso consigo mismo. Todo esto puede resumirse en que he dado bandazos ideológicos durante mi vida a base de bien. Yo y yo y solamente yo discutimos sobre qué votar en las próximas elecciones. Fue la parte del debate más interesante. Sin acuerdo. Era de esperar que, dadas las circunstancias, fuera el joven anarquista el que impusiera su ímpetu, su alegría. Nada de votar, es todo una farsa. Pero esto solo sucedía porque el sol aparecía en el horizonte, por el cansancio, por la sensación extraña que causa una noche de insomnio.

Cuando alguien me ha tocado el hombro para que despertara, el reloj marcaba la hora justa, esa en la que la realidad se impone con la carga de trabajo, con las rutinas, con las prisas... Y mi joven anarquista colgado de la lámpara por siempre jamás.