¿Vale más una imagen que mil palabras? No. Definitivamente, esta es una afirmación que resulta redonda, muy cómoda de utilizar, pero que no es cierta.
Si pensamos en una imagen sugerente, bella, tremenda, tierna o lo que quieran ustedes; lo primero que nos viene a la cabeza son palabras. Millones de palabras que tratan de dar forma a una sensación. Miramos y pensamos. O lo que es igual, miramos y hablamos. Con otros o con nosotros mismos. La imagen por sí misma no tiene valor alguno. Solo cuando se recibe por la consciencia y esta traduce lo visto en forma de pensamiento (de palabras ordenadas de una forma u otra, pero palabras al fin y al cabo), solo es en ese momento cuando toma importancia y pasa a ser importante.
Por otra parte, yo no sé cómo es posible que esta afirmación tenga tanto calado entre las personas. Es posible que todo sea producto de no saber utilizar el lenguaje con fluidez, de no querer hacerlo por pudor o miedo; o, sencillamente, el resultado de una pereza colosal que parece imponerse en el mundo entero. Porque si queremos expresar nuestro amor con decir «te amo» es suficiente. No serían necesarias ni tarjetas a través de las redes sociales, ni pamplinas de todo tipo que han ido sustituyendo a la palabra. Prueben a buscar una tarjeta que signifique «te amo». No la encontrarán salvo que aparezca escrito en ella con letras bien grandes.
Nunca nada podrá sustituir a lo que podemos decir a través del lenguaje. Incluso a lo que no podemos. Que para eso tenemos inventada la metáfora desde hace siglos.
Y ahora digan lo que tengan que decir al que tienen al lado. Ya verán cómo es posible cualquier cosa. ~