La vida del revés

Elogio de la carta escrita mano

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07 jun 2019 / 08:25 h - Actualizado: 07 jun 2019 / 08:28 h.
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Ya, casi nadie escribe cartas a mano. Ir a una oficina postal, para enviar cartas a la familia o a los amigos, es una extrañeza como otra cualquiera. Los sellos han desaparecido casi por completo y una pegatina blanca e impresa con el nombre y dirección del destinatario es suficiente. Los buzones existen, están aunque nadie sabe si se utilizan o son algo parecido a las cabinas telefónicas que resisten casi desguazadas en las calles.

Sin embargo, cuando recibimos algo que no sea una carta del banco o propaganda electoral o un papel que ofrece comidas asiáticas a precios improbables, nos invade una gran emoción, sentimos la felicidad que provoca que alguien se haya acordado de nosotros y se haya tomado la molestia de escribir. Una carta escrita a mano, encontrada en el buzón, es algo maravilloso. Siempre lo fue, pero ahora, con las carencias que soportamos en muchos aspectos, es un tesoro de gran valor.

¿Qué se puede decir en una carta? ¿Por qué escribirlas? ¿En qué se diferencia una carta y un correo electrónico?

Escribir a mano ya es un factor diferenciador. No es lo mismo escuchar el sonido de las teclas que la punta del bolígrafo o de la estilográfica rasgando levemente el papel. Los ritmos son otros, la sensación al expresar es otra, la posibilidad de corregir si se escribe a mano es mucho menor que si lo haces en un ordenador. Y esto hace que la reflexión sea otra. Más calma, más pensamiento, jugarse todo a una frase.

La estética es definitiva. Un sobre con una dirección escrita, con un remitente escrito, con un sello pegado en el vértice superior derecho y, dentro, un papel en el que una letra única se va abriendo camino, frase a frase, idea a idea, te quiero a te quiero. Nada puede compararse a una carta porque es exclusiva y única.

Un correo electrónico es todo lo contrario. Todos son iguales. La gran diferencia, entre uno y otro, es que hay un par de emoticonos de más o de menos (¡qué penoso eso de tener que acudir a esas cosas porque no sabemos expresar emociones con palabras o, simplemente, porque sentimos pereza para decir las cosas bien!).

Las cartas son personales, íntimas. Es raro dejar que lean nuestra correspondencia, es raro leer la de otros. Es necesario un consentimiento expreso. Hacerlo, en cualquier caso, es una especie de traición. Las cartas no se reenvían a todos los conocidos. Eso es cosa de Internet.

Escribir una carta a mano es un gesto de cortesía, de amor, de conflicto, de interés... Todo menos un gesto vacío. Son gestos llenos de sentido, únicos, intensos. Escribir una carta a mano solo se hace si algo importante hay que decir; solo se hace si eso que decimos debe parecer auténtico porque lo es, emocionante o definitivo. No se escribe sin una razón importante. Hasta una tarjeta postal es una muestra de cariño difícil de sustituir. Una postal recibida (diga lo que diga el texto escrito) significa que alguien te recuerda y te aprecia. Nada más bonito puede decirse. Dicho en el whatsapp o por correo electrónico queda más enlatado, siempre queda la duda de si eso mismo lo han cortado y pegado para media humanidad.

La carta eres tú. No hay trampa ni cartón. La carta es para un solo destinatario. Ni más ni menos.

¿Y si volvemos a escribir cartas a mano para depositarlas en el viejo buzón del barrio que ya parece un objeto inservible?