Emigración, política y bien común

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07 abr 2019 / 08:54 h - Actualizado: 06 abr 2019 / 17:56 h.

Emigrar como única alternativa para poder vivir es una decisión dura que, en la mayoría de los casos, comporta dolor y sufrimiento.

He venido reflexionando en las últimas cuatro semanas sobre las actuaciones que se podrían llevar adelante para ayudar a mitigar esta situación. Hoy quiero aportar algunas ideas de cómo los políticos podrían colaborar a que se pudiera solucionar la emigración obligada, por ser ésta una consecuencia de variables dependientes como la falta de trabajo, la generación de la violencia organizada, la provocación de conflictos armados, la pérdida de los valores democráticos, en definitiva, de no lograr que la dignidad humana sea la bandera por lo que cada sociedad debería de trabajar.

Los políticos tienen una gran responsabilidad. Esta nace de la voluntad decidida de trabajar de manera conjunta. Los ciudadanos estamos cansados de los slogans que lanzan y más cuando están en campañas electorales. No queremos titulares, lo que deseamos es un proyecto de trabajo consensuado, planificado y eficiente ¿Qué significa esto? sentirse, ante todo, animados a realizar propuestas trabajadas en equipo.

Las causas de la emigración hay que analizarlas en origen y, teniendo claro esto, hay que establecer planes que ayuden a solucionar los motivos que llevan a miles de personas a salir de su tierra.

Protegerse de la emigración con barreras físicas y con leyes estrictas, así como abrir la puerta sin tener una política consensuada y organizada no ayuda a que las personas que emigran puedan ser acogidas con la dignidad que se merecen. A la mayoría de los políticos tan solo les importa el titular y cómo el mismo es acogido por la sociedad, buscando de manera exclusiva el voto que les asegure poder disponer de un diputado o un senador más.

Nos debería de entristecer la manipulación que se hace sobre la misma. Se juega con la tragedia de personas que son utilizadas por mafias a las cuales deben de responder económicamente.

El acento, para solucionar la emigración, hay que ponerlo en las causas por la que se origina y en las organizaciones que la utilizan para lucrarse.

Deberíamos preguntarles a los políticos sobre los planes concretos que tienen para ayudar a solucionar en origen las variables que la fomentan, al mismo tiempo que les pedimos que terminen con quienes hacen de la inmigración un camino de usura y explotación.

Señores políticos ¿Vds. creen que las circunstancias por las que se origina la inmigración no podrán darse nunca en nuestro país? Pues, no se descuiden, que sí se podrán dar. Los populismos y nacionalismos son el abono preciso y conciso para que en nuestra tierra pueda originarse una emigración, en principio interna; pero, después, externa.

Una de las causas, del porqué muchas personas deciden emigrar, se debe a que en el espacio geográfico en donde viven se fomenta exclusión ideológica y social. Esto normalmente hace que la sociedad se resienta tanto en el valor de la democracia como en la fortaleza que debe de tener desde la dimensión económica. La economía deja de ejercer el rol que le corresponde en un Estado Social de Derecho ¡Ejemplos existen!

Los políticos, por si mismos, no pueden solucionar esta tragedia porque allí en donde se origina suelen ejercer una alta responsabilidad de gobierno, y salvo excepciones, no son el eje central de sus políticas sociales y económicas. Nos demuestran de esta manara que el tema nos les preocupa de verdad. Esto será cierto cuando veamos que nos proponen un plan conjunto. Estamos, en nuestro país, en un periodo electoral. Es un tiempo excepcional para demostrarnos los aspirantes a gobernar de sí quieren ayudar a solucionar la emigración injusta. Tienen que estar dispuestos a hacer el esfuerzo de buscar una solución conjunta, y que para ello contarán con el tejido empresarial, el tercer sector y la universidad. Yendo un paso más, nos deberían de presentar el proyecto que pretenden realizar, y nos explicarán cómo lo van a aplicar ¡Es un sueño! Pero éste puede hacerse realidad.

El Proyecto conjunto tendría como eje vertebrar la dignidad de las personas y, para ello, a lo primero que renunciarían sería a hacer primar las correspondientes ideologías por encima de las personas. Lo segundo comportaría apoyar a las sociedades en donde se origina la emigración en la consolidación de la democracia y de la economía. La economía es vital para lograr que cada país pueda generar la suficiente riqueza para que las personas no tengan necesidad de salir del mismo. Los planes económicos tienen que diseñarse con el tejido empresarial, buscando la realización de proyectos que generen riqueza social. No pueden ser meramente economicistas. Hay que tratar de hallar la dimensión social de los mismos. En tercer lugar hay que colaborar con los gobiernos en el diseño de un plan de actuación en donde la educación y la sanidad sean prioritarios. Para lograr que haya un verdadero desarrollo en estos campos es pertinente y conveniente contar con el Tercer Sector. De aquí se desprende que hay que fomentar un canal de colaboración entre la iniciativa privada, interaccionando la del tejido asociativo y la del tejido empresarial. En cuarto lugar hay que salirse de los esquemas nacionalistas y populistas porque éstos aprovechan la emigración para atraer a los que sufren con propuestas que nunca podrán cumplir, o para utilizarla como la causante de todos los males. En quinto lugar hay que establecer programas de innovación que interaccionen a universitarios, buscando que se puedan fomentar iniciativas conjuntas para que las mismas se puedan desarrollar en los ámbitos de la economía, del derecho, de la sanidad, de la educación y de la consolidación de la democracia.

No deberíamos de perder el tiempo en escuchar a los políticos y a los partidos que no apuesten por presentarnos un plan conjunto, deberíamos suspenderlos, dado que la vocación de servicio que cada político debe de ejercer tiene como principio la dignificación de las personas. Si no se busca una solución en equipo, nada o muy poco se podrá hacer para resolver las causas de la emigración.

Concluyo la reflexión con una cita extensa de la Exhortación Apostólica Laudato Si del Papa Francisco por entender que puede convertirse en la base de todos los programas electorales de los partidos que concurren a las elecciones en España. Al mismo tiempo puede ser el referente para los Gobiernos en donde, por diversas circunstancias, se produce una emigración dolorosa que hace sufrir a los sujetos que la realizan y a los gobiernos que, de verdad, son conscientes de la misma; pero que no tienen suficientes recursos para atajarla.

La generación de la riqueza social conlleva planificar la economía y la política desde la ecología social. Economía y política son dos vectores esenciales para ayudar a resolver una emigración injusta. No será posible avanzar en la construcción de propuestas eficientes, eficaces y coherentes si no logramos que los Partidos Políticos y los Gobiernos hagan el esfuerzo de establecer planes conjuntos de trabajo, sin olvidarse que tendrán que contar con los tres motores de la sociedad: El tejido empresarial, el tercer sector y la Universidad.

Hay que buscar que, entre todos, podamos tomar conciencia de que nos jugamos la convivencia, el respeto y la concordia como elementos clave para una sociedad que mira por la dignidad humana.

"El crecimiento económico tiende a producir automatismos y a homogeneizar, en orden a simplificar procedimientos y a reducir costos. Por eso es necesaria una ecología económica, capaz de obligar a considerar la realidad de manera más amplia. Porque « la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada ».Pero al mismo tiempo se vuelve actual la necesidad imperiosa del humanismo, que de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora. Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra una vez más que « el todo es superior a la parte ». Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: « Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales ». En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la libertad, la injusticia y la violencia. Varios países se rigen con un nivel institucional precario, a costa del sufrimiento de las poblaciones y en beneficio de quienes se lucran con ese estado de cosas. Tanto en la administración del Estado, como en las distintas expresiones de la sociedad civil, o en las relaciones de los habitantes entre sí, se registran con excesiva frecuencia conductas alejadas de las leyes. Estas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces? Sabemos, por ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en las demás regiones. Así, por ejemplo, la falta de civismo produce daños ambientales ». En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la libertad, la injusticia y la violencia. Varios países se rigen con un nivel institucional precario, a costa del sufrimiento de las poblaciones y en beneficio de quienes se lucran con ese estado de cosas. Tanto en la administración del Estado, como en las distintas expresiones de la sociedad civil, o en las relaciones de los habitantes entre sí, se registran con excesiva frecuencia conductas alejadas de las leyes. Estas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces? Sabemos, por ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuente violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en las demás regiones".