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Falsos y fantasmas

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21 ago 2018 / 20:18 h - Actualizado: 21 ago 2018 / 20:19 h.

Quizás se ha parado alguna vez a mirar a su alrededor, sentarse en uno de los escalones de la Catedral y contemplar a todo el que pasa. Es curioso, turistas que quedan fascinados con nuestros monumentos y el sevillano más pendiente de la pantalla del WhatsApp que de las maravillas de nuestro entorno o, incluso, de hablar, de comunicarse, del poder de la palabra y el contacto personal.

Se tiende a la deshumanización donde muchos viven una realidad paralela en las redes sociales, donde muchos quieren ser lo que no son o fingen valores que no se tienen, donde se saca el lado más oculto o el lado más deseado. ¿Cuántos van de dignos por la vida? ¿Cuántos hablan de honestidad y de sinceridad? ¿Cuántos nos llaman amigo o hermano? Pero realmente.... ¿qué es verdad y qué mentira? Poco y mucho.

Se quiere quedar bien con todo el mundo, los típicos bienquedas, aquellos que a todos les dicen lo que quieren oír entendiendo mal la amistad. Se tiene relación con gente nociva al amparo de «a mí no me ha hecho nada», «me da pena», «soy su amigo para ver lo que le saco», «a ver dónde puedo llegar usándolo»... Triste comprobar cómo muchos piensan así.

Días grises en la realidad, dorados en lo virtual sin entender que, al principio y al final, lo que vale es lo que vivimos, lo que sentimos, lo que nos alimenta física, emocional y sentimentalmente. Las redes sociales están muy bien si se usan de forma positiva y son una bomba si se usan con oscuros propósitos.

Triste es decir «tengo 5.000 amigos» cuando no se tiene ninguno, pero más triste aún es tener que hacer perfiles falsos para espiar, y ser corre-ve-y-dile, y leer lo que la amistad ha vetado.