Formación, compromiso y bien común

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31 mar 2019 / 07:30 h - Actualizado: 31 mar 2019 / 07:30 h.
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  • Rama de mecánica de un instituto de Formación Profesional. / Javier Díaz
    Rama de mecánica de un instituto de Formación Profesional. / Javier Díaz

¿Es preciso fomentar en la formación profesional y universitaria el espíritu empresarial? Responder a esta pregunta podría ser la solución para evitar el dolor y la tragedia de la emigración.

Apostar por establecer programas formativos que fomenten la implicación de los jóvenes en sueños empresariales podría ayudar a mitigar el conflicto humano, social y económico que supone dejar tu tierra para avanzar en un camino hacia lo desconocido. La fórmula es sencilla, tan solo es preciso que este objetivo sea estructurado en los planes de estudio ¡Ya! Soy consciente de que me podrán decir que existen un sin fin de programas que ayudan a realizar experiencias varias; pero revisen a ver cuántos hay que establezcan de manera ordenada una formación específicamente empresarial, claro de manera práctica y no teórica, entre poblaciones de países obligados a que sus jóvenes tengan que emigrar y estudiantes de países con un alto nivel económico.

Desde hace unos días me encuentro en Honduras y he visitado varios proyectos de emprendedores vinculados a cooperativas cafeteras. También diversas comunidades rurales acompañadas por Cáritas Honduras configuradas por personas que quieren sembrarse un futuro digno en Honduras. Viven la tragedia de la emigración. En una de estas comunidades, en los últimos treinta días, han tenido que salir unas cien personas ¡Terrible! ¿No?

Las Cooperativas Cafeteras son, de todas a toda, realidades empresariales y sociales que están ayudando a que muchos jóvenes decidan no emigrar, son un espacio para el desarrollo personal y profesional, son, también, un lugar de convivencia y encuentro; pero, sobre todo, suponen la posibilidad de estructurar económicamente muchas comunidades. Son un futuro excepcional para generar riqueza social y ayudar a asentar parámetros económicos que doten a sus países de una fuerza económica que los haga salir de los pozos obscuros en los que se hallan. Es la energía que hará trepar a los jóvenes por las paredes áridas de los mismos para lograr que la luz inunde cada espacio y hueco para que se conviertan en lugares de esperanza.

Esto pone en evidencia que existe una base suficiente para poder establecer programas conjuntos entre los emprendedores de este lado del Atlántico y los homólogos de nuestro país, España. Podría, también, servir para los países de África. Los Centros Profesionales y las Universidades, junto a los empresarios, deberían de diseñar programas y actuaciones que dibujaran proyectos empresariales conjuntos. Iniciativas que, a modo de experimentos prácticos, desarrollaran ensayos de empresas interrelacionadas y con vocación de perdurar en el tiempo. No son sueños irrealizables, son esperanzas que se pueden concretar a través de proyectos diseñados entre todas las partes. Los Centros Profesionales y las Universidades deberían apoyar los sueños y las esperanzas, sería suficiente que en sus planes formativos articularan los espacios necesarios para generar proyectos empresariales entre los jóvenes emprendedores de ambas partes del Atlántico y de ambas partes del Mediterráneo/Atlántico.

No se trata de establecer programas de estudios teóricos-técnicos ¡no por favor! Sobre esto ya se ocupan cada Centro Profesional y cada Universidad. Se trata de idear empresas que, basadas en nichos de mercado reales, puedan ser diseñadas e ideadas por emprendedores con el apoyo de empresarios que tengan entre sus fines la generación de riqueza social.

Hay que salirse del esquema clásico y tradicional. Hay que buscar la innovación en cuanto a nuevos proyectos y parámetros empresariales. La globalización positiva es precisamente el idear empresas que superan el territorio y que desde el principio tengan vocación universal.

De esta forma la inmigración dejaría de ser una tragedia porque descendería drásticamente la necesidad de emigrar. Se generaría, en cambio, una movimiento itinerante que tan solo respondería al intercambio de la riqueza social basada en una economía de mercado sana, saludable y respetuosa. Me consta que hay muchos empresarios dispuestos a hacer realidad este sueño porque su esperanza es aportar lo mejor de ellos mismos para que la emigración no sea un trueque ideológico y económico de fuerzas políticas y mafias organizadas.

Se trata de hacer presente la caridad. Sí, este concepto nos sitúa ante la necesidad de realizar una acción caritativa que esté fundamentada en la puesta en marcha de proyectos empresariales que fomenten la riqueza social. Embarcando a los jóvenes y a los empresarios en la nave que emprende empresarialmente se podrá realizar una gran revolución. Ésta no es otra que la interacción de personas y proyectos que buscan la dignificación de las personas. Formarse en el emprendimiento empresarial supone hallar nuevas fórmulas empresariales que, aceptando los principios de una economía de mercado, evidencien que las relaciones económicas sirven para hacer que las personas puedan vivir dignamente. Para todo esto es preciso conjugar ética con caridad. La Encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI refleja en su texto el significado de la Caridad y como ésta puede hacer posible que los proyectos de emprendimiento empresarial tengan sentido.

"La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf Mt 22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas. Para la Iglesia –aleccionada por el Evangelio–, la caridad es todo porque, como enseña san Juan (cf 1Jn 4,8.16) y como he recordado en mi primera Carta encíclica «Dios es caridad» (Deus caritas est): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ella tiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza. Soy consciente de las desviaciones y la pérdida de sentido que ha sufrido y sufre la caridad, con el consiguiente riesgo de ser mal entendida, o excluida de la ética vivida y, en cualquier caso, de impedir su correcta valoración. En el ámbito social, jurídico, cultural, político y económico, es decir, en los contextos más expuestos a dicho peligro, se afirma fácilmente su irrelevancia para interpretar y orientar las responsabilidades morales. De aquí la necesidad de unir no sólo la caridad con la verdad, en el sentido señalado por san Pablo de la «veritas in caritate» (Ef 4,15), sino también en el sentido, inverso y complementario, de «caritas in veritate». Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a la caridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Y esto no es algo de poca importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola".

Cada proyecto que interaccione a jóvenes y empresarios de dos continentes hará posible que se ejecute la innovación empresarial y, por tanto, la económica. Asentando esta dimensión económica aparecerán nuevas empresas. Se trata de las empresas que entienden que la economía de mercado comporta el cumplimiento de una caridad que tiene al hombre como el referente con el que hay que contar, el centro no es ganar dinero sino dignificar la vida de las personas. Tan solo de esta manera, el hecho lícito de ganar dinero podrá tener sentido, ya que en primer lugar siempre estará el ser humano. En definitiva, la emigración no será una decisión obligada porque ésta no será necesaria, y no lo será porque el tejido joven en periodo formativo y el tejido empresarial habrán hecho posible un sueño: generar proyectos de innovación empresarial entre diferentes países. Esto es, simplemente, actuar con caridad.

La mayoría de políticos poco entienden de caridad, de emprendimiento empresarial y de trabajar conjuntamente. Miran su mercado y su público objetivo, apartándose de las necesidades que los ciudadanos tienen. La próxima semana para concluir los cuatro artículos acerca de la emigración y la manera de que ésta deje de ser una tragedia, escribiré sobre lo que entiendo yo que deben de tener en cuenta los políticos. No cogen ni populismos ni nacionalismos.