Un curso nuevo y un mismo problema ya endémico: la Formación Profesional. Su falta de prestigio en nuestros lares lastra su despegue como motor de empleo. Ni los padres, ni la sociedad la valoran. Y no parece que la combinación estudio-trabajo, como gran apuesta al servicio de la generación de empleo, sea un objetivo prioritario del Gobierno. El último informe de la OCDE muestra las importantes carencias de esta parcela formativa en España. Solamente el 12% de los alumnos españoles están matriculados en FP, menos de la mitad de la media de los países de la OCDE.
No se está dando repuesta a la falta de trabajo de los jóvenes, ni al problema de los parados de larga duración. La adecuación del sistema educativo a las exigencias de un mundo en cambio acelerado, obliga a ordenar el marco de la FP y a mejorar la inversión en capital humano
Es urgente que la Administración tome seriamente cartas en el asunto. Al respecto, dos preguntas para nuestra Administración Andaluza ¿Cómo es posible que hayamos estado cinco años sin convocatoria para acceder a las subvenciones públicas de la “Formación Profesional para el Empleo” y haya habido que devolver muchos millones de euros de los fondos europeos enviados a tal efecto y no empleados? ¿Cómo es posible que no se prime en la baremación a las empresas que optan a dar FP asumiendo el compromiso de emplear un tanto por ciento importante de los alumnos y a las empresas que ofrecen la especialidad de formación DUAL (enseñanza con trabajo) que, hoy día, es la estrella de la FP en Alemania?