Huérfanos de luminosas mañanas

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13 oct 2017 / 22:50 h - Actualizado: 13 oct 2017 / 22:51 h.
"La Azotea"

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Cada catorce de octubre el pájaro blanco echa a volar, para que la guitarra a la mañana siga hablándole de libertad. Fueron los adoquines del arrabal macareno los que le vieron nacer y los que presenciaron cómo el barroquismo de una ciudad que sonaba a La niña de los Peines y a los Brincos se vestía de rock andaluz, dándole a la psicodelia que llegaba de ultramar el pellizco, el swing y el compás por bulerías de José de la Tomasa. Sentado a un teclado, a la diestra de una guitarra, un gong y una batería, cosió en el forro del alma de muchos, esa luz que siempre llevaremos dentro y alguna que otra noche de amor desesperada. Una generación que le recuerda resignada a no encontrar quien le iguale, como le ocurre a los genios, porque en cada canción suena un poco de nosotros mismos. Con el corazón colocado en la garganta le cantó a la libertad, a la luna, al amor y nos enseñó como agarrarnos a la cola del viento para poder volar a ese lugar donde la luna cae y siega la tierra que se nos dio. Fue la carretera de Burgos la que nos arrebató su legado hecho de sentimiento una lluviosa tarde de octubre, dejándonos huérfanos de luminosas mañanas. Con su recuerdo presente, la vida sigue transcurriendo ahogándose en los charcos de las cuentas de tiza de la barra de Casa Vizcaíno, entre el compás flamenco de los nudillos al ritmo de los recuerdos de una noche, mientras del crepúsculo lento sigue naciendo el rocío por intramuros, para que aquella inimitable voz de manantial nos siga sonando a aires de libertad.

Era de la calle Feria, se llamaba Jesús de la Rosa y fue la voz del grupo Triana.