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Viéndolas venir

La BBC por lo civil

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Álvaro Romero @aromerobernal1
03 feb 2019 / 10:38 h - Actualizado: 03 feb 2019 / 10:40 h.
"Viéndolas venir"

Antes de que llegaran el novio y la madrina, desacostumbradamente guapos, encorsetados y nerviosos frente al primer pelotón de invitados que se iba dispersando por la bancada, solíamos charlar de lo divino y lo humano con los fotógrafos que decían trabajar en la BBC: Bodas, Bautizos y Comuniones.

Aquellos profesionales del retrato histórico solía ser gente descreída con la que se podía reflexionar sobre la deriva del mundo. Iban cargados con la cámara, otro aparato del flash que solía sostener un compañero, algún que otro trípode y varios maletines plateados con el aparataje necesario para inmortalizar los momentos previsiblemente inmortales del sacramento: el del beso tras el velo levantado, el del agua con el gruñido del recién nacido, el de la hostia al marinerito. Como decía un sacristán de mi pueblo que también llevaba los servicios funerarios, él no quería que se muriese nadie, pero que no parara el chorro. Los fotógrafos vivían sobre todo de aquellos sacramentos que articulaban la vida, y la gente pasaba por aquellos sacramentos porque les articulaban los momentos de felicidad vestida de domingo frente a un marco incomparable que era siempre el altar mayor o la Virgen de su devoción. Luego pasaban años sin que volviesen a pisar el porche de la parroquia...

Con los años, la gente dejó de casarse por la Iglesia porque era más moderno hacerlo solo en el Juzgado, o porque nunca se sabía lo que pudiera pasar y convenía testar un tiempo de convivencia hasta que pasaba lo que tenía que pasar, pero ello no impidió que los niños hicieran la Primera Comunión porque esto ha ido siempre por clases y nadie quería señalar a nadie, y menos en esos convites crecientes como prólogos de bodas. Los bautizos católicos han aguantado más, no porque la gente siguiera creyendo, como en mis tiempos, que hubiera que evitarles a las criaturas que fueran moritas demasiados días -pues ya se sabe que alguien que nace y no se bautiza, de entre todas las religiones del mundo, profesa automáticamente el Islam-, sino porque la mayoría de la gente se lo toma como un rito de iniciación a la vida del que no debe sustraerse a los recién llegados por cuestiones ideológicas de los adultos.

Quiero decir que incluso cuando los sacramentos católicos estaban generalizados en una sociedad no tan secularizada como la actual, la gente participaba de esa BBC más por inercia y por el retrato para la posteridad que por ningún compromiso personal. Puede comprobarse aún hoy en día qué ocurre en las parroquias llenas de niños de catequesis una vez que pasa mayo... Así que ese enfurecimiento de los católicos por la fantasmada de los bautizos y las comuniones civiles no debería tener razón de ser por el paripé que suponen sino porque también lo supongan al margen del pirateo del rito.

En Getafe estrenaron ayer unos “actos de bienvenida a la ciudadanía” que en román paladino se han bautizado como bautizos civiles. También se llaman “actos sociales del acogimiento civil”. Ya se sabe lo que mola jugar a enrevesar conceptos y palabros desde que a los recreos de toda la vida lo llamaron “segmentos de ocio”. El problema de fondo no es que los católicos se indignen porque gente que no cree en los sacramentos le plagie el bautizo, sino que tampoco esta gente se dé cuenta de que sus bautizados no persiguen, como ellos predican, que se les reconozca en el acto la libertad y la igualdad -porque en este país somos libres de bautizarnos o no, e iguales en cualquier caso- ni que ello suponga un avance de nada, sino una manera alternativa de secuenciar la vida con un retrato solemne en cada etapa. El complejo es que tanta gente que no cree en los sacramentos, ni en los religiosos ni en los civiles, no sea capaz de pasar olímpicamente de la oficialidad de la que reniega y no se vaya directamente al bar a celebrar que está viva. Alguien debería contarles que la vida, la igualdad y la libertad no se consiguen retratándolas en ningún rito, sino demostrando que uno vive libre de ritos excepto con los que uno se compromete por convicción. Lo demás es folklore del malo, venga de donde venga.