Ninguna como la madrileña Cristina Pedroche para vender carne propia en televisión, con buen estilo, aunque joda. Mejor es eso que lucir colgajos en el cuello o disimular tripa con una trabilla demasiado apretada, de las que reparten el tocino ibérico del vientre sin control alguno por todo el cuerpo, con los consiguientes bultos en los omóplatos. La muchacha es guapa y tiene una bonita figura, ¿por qué tiene que ocultarla, si, además, es menos rentable? Yo me tuve que tragar el canalillo de María del Monte, que parecía trazado con un tiralíneas, demasiado cerrado, como un tajo de navaja barbera en una barra de carne membrillo. Tampoco es que tenga que ser como el de Ana Obregón, que es el río Pudio con polluelas y todo. No hay nada como Nochevieja para comprobar lo catetos que somos todavía. Eran mucho mejor aquellas galas en la que Juan Valderrama y Dolores Abril se peleaban en broma y Manolo Escobar denunciaba el robo de su carro. Aunque puestos a tener sueños eróticos después del cochinillo y las uvas, mejor la Pedroche que Florinda Chico.