La manifestación del pasado domingo en Madrid reivindicando mejoras para la España vacía ha puesto de manifiesto un grave problema
El fenómeno no es nuevo. A finales de los años cincuenta y primeros de los sesenta, el plan de estabilización y los planes de desarrollo generaron un fuerte incremento del PIB, pero también un éxodo de población del centro a la periferia con abandono del mundo rural. Desarrollo económico, sí, pero también problemas de deslocalización personal y crecimiento de las concentraciones urbanas que, a su vez, han ido generando bolsas de marginación con nefastas consecuencias.
En la actualidad, España cuenta con algo más de ocho mil municipios. De ellos, seis mil ochocientos tienen menos de 5.000 habitantes, y, de estos, 3.900 no llegan a 500. o sea que un 77% de la población vive en el 9% de los municipios
La cercanía electoral ha hecho que todos los partidos se apresten a hacer propuestas. ¿Necesitan los políticos el permanente estímulo de los ciudadanos, ante su falta de capacidad para detectar los problemas y tomar medidas antes de que alcancen cotas difíciles de afrontar?
Entre las medidas de desarrollo económico para superar el clamoroso vacío poblacional de estas zonas se encuentra el fomento de la identidad territorial. Ello supondría sustituir la actuación provincial por la comarcal, cosa en que insistió el extinto PA, y, además, potenciar en la comarca recursos específicos que actúen como elementos diferenciales. La historia, la cultura, la tradición, el medio ambiente, la agricultura selectiva, el desarrollo forestal y ganadero y la energía sostenible, pueden ser buenos instrumentos.
Por cierto, el problema en Andalucía no es tan grave. ¿Habrá tenido algo que ver el denostado PER?