La memoria de Joaquín

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Álvaro Romero @aromerobernal1
23 jul 2018 / 22:26 h - Actualizado: 23 jul 2018 / 22:27 h.
"Viéndolas venir"

Hay que ser idiota para querer arrebatarle a Joaquín Romero Murube la gloria de nombrar, en su Sevilla, una calle tan significativa como la que bordea su Alcázar precisamente con el argumento de la memoria histórica; castigarlo a él, que tuvo tanta memoria para preservar la historia a pesar de tantos desmemoriados contra los que luchó con su pluma quijotesca en periódicos como este, al que volvió antes de marcharse para siempre firmando como XYZ contra el conocido rotativo que no lo apoyó en su batalla contra el gigante de El Corte Inglés por el galardón entonces tan minusvalorado de los palacios de la Plaza del Duque. Las cosas de Joaquín, decían. No es extraña la afrenta cuando los proponentes hacen pagar al santo dominico Gonzalo solo por ser tocayo del asesino Queipo, a quien tuvieron 40 años para recolocar en su sitio sin ser capaces...

Lo acusan ahora de ser falangista o de ponerse no sé qué camisa, que es lo único que podía haber hecho un conservador del Alcázar como él cuando llegaba Franco. Claro que estos políticos que solo leen el twitter no tienen ni idea de que Joaquín consiguió el cargo durante la II República, aunque lo consolidara luego; luego de haber sido el único que homenajeara a Federico en territorio nacional con aquellos Siete romances, luego de haber protegido a Miguel Hernández hasta donde pudo, luego de llorar por Cernuda cuando aquí lo habían olvidado, luego de ofrecerle casa a Juan Ramón para volver del exilio... El problema es que esta gente no tiene memoria para su Sevilla en los labios, para aquel pueblo lejano más cercano que ninguno, para su discurso de la mentira que contaba tantas verdades, para aquellos cielos perdidos para que nosotros no termináramos de perderlos todos, para su defensa de una ciudad por la que se sacrificó hasta descubrir, va a hacer ahora 50 años, que lo rentable frente a esta gente iletrada hubiera sido el camino del exilio, porque los exilios interiores no cuentan para quienes no ven más allá de sus propios estómagos.