Es de humanos instalarse en una especie de mentira confortable cuando la realidad nos crea angustia interna o nos parece fuera de toda lógica como para asumirla. Las decisiones, desde la mentira confortable, se toman bajo el prisma del erróneo autoconvencimiento que nos ha permitido desdibujar la realidad. Una especie de infantilismo negacionista comienza a formar parte de nosotros mismos hasta el punto que, pasado el tiempo, ya es difícil discernir entre la ficción y la realidad.
La gestión del gobierno del asunto catalán es un puro despropósito para el futuro de un país que pretende no desprenderse de Cataluña y supone una vorágine errática en la unidad política y social de este país. Sólo la mentira confortable de negar lo que el resto vemos puede estar en la base de tanta torpeza en encrespar los ánimos de los catalanes y de muchos no catalanes. La mayoría social de Cataluña, de la que tanto se habla estos días, no está de acuerdo con que Cataluña haya sido intervenida y el frenazo a los presupuestos del Estado también tienen su base en este rechazo. Pero parece que es más confortable oír a la parte, a esa pequeña parte que representan el xenófobo Garcia Albiol, Sánchez-Camacho o Inés Arrimadas en los cuales se confía para el día después.
Llegados a estas alturas la celebración del referéndum, o no, ocupa un segundo plano y el exceso de celo contra el mismo es dinamita para las necesarias soluciones políticas de después. La banca internacional ya habla de necesidad de acuerdos y de cambios de Constitución, lo malo es que cada día es mayor la mentira confortable.