La riqueza social y el bien común

Los padres de la reciente Europa lograron establecer una estructura apoyada en las ideas positivas del bien común. Sin esto será imposible seguir avanzando de manera positiva

Image
31 jul 2018 / 22:34 h - Actualizado: 31 jul 2018 / 22:36 h.
  • La riqueza social y el bien común

La riqueza social, concepto unido al bien común, precisa del trabajo en equipo entre políticos y empresarios. A veces no resulta fácil establecer un proyecto que sea capaz de unir voluntades en aras de establecer una sociedad más coherente y eficiente que responda al bien común.

Una sociedad que basa su desarrollo en el fortalecimiento democrático debería recoger en su haber la experiencia de los años, en donde muchas personas se comprometieron y lograron afianzar principios de convivencia que nos han traído bienestar. Hoy podemos gozar de bienes y servicios, en muchas partes del mundo, gracias a la intuición de políticos y empresarios que supieron aunar voluntades y establecer un marco legal que facilitaba el progreso económico y político. Esto se ha traducido en lo que podemos considerar progreso social. La interacción entre estos tres vectores –el económico, el político y el social– aplicada al desarrollo no es una casualidad; es el esfuerzo de personas concretas que, fieles a sus principios, fueron capaces de trasladar al mundo una manera de concebir la política y la economía. Europa, de manera especial y después de la Segunda Guerra Mundial, aprendiendo de sus errores logró entrelazar los ideales democristianos y socialdemócratas, al mismo tiempo que las raíces liberales fueron adecuándose a la nueva época histórica que se estaba configurando. Europa después del caos y el sufrimiento fue capaz de reconducir su triste historia.

La Iglesia estuvo presente y lo sigue estando, y a través de las exhortaciones y encíclicas se alimentó y se sigue alimentando de un contenido social a pensadores, políticos y empresarios. Los padres de la Europa que ahora conocemos fueron personas que forjaron su ser y su hacer desde los principios sociales de estos documentos. Será apasionante, sin duda, escribir una reflexión sobre este tema.

Las sociedades no evolucionan por los iluminados, estos normalmente siembran destrucción; la evolución es posible porque las ideas de van modelando a través del pensamiento de muchas personas, logrando que queden plasmadas en proyectos creíbles y sostenibles, en donde la persona sea el verdadero beneficiado. El desarrollo social es trabajar desde las ideas para generar respeto y convivencia, nunca odio y venganza. Los padres de la reciente Europa lograron establecer una estructura apoyada en las ideas positivas del bien común, generando un alto nivel de coherencia entre los ciudadanos afianzando a la vez los principios que sostienen a una sociedad llamada al entendimiento; porque sin esto será imposible seguir avanzando de manera positiva.

No podemos arrinconar los principios que a todos nos han ayudado a ser más libres, se trata de valores forjados en los avatares de una historia que a todos nos atañe. Son valores afianzados en una fe de carácter universal que nos ayudó a madurar como personas que quieren vivir confiando en los demás porque entienden que el otro es un hermano con el que hay que construir el mejor proyecto de vida posible. El hombre es el protagonista de la historia porque él, y solamente él, desde la libertad puede hacer posible que en el mundo exista la armonía necesaria para transformar la sociedad. La doctrina social nos dice que el actuar humano, cuando tiende a promover la dignidad y la vocación integral de la persona, la calidad de sus condiciones de existencia, el encuentro y la solidaridad de los pueblos y de las Naciones, es conforme a los planes de Dios porque quiere y desea que la fraternidad sea el motor del mundo.

En todo lo anterior se basa precisamente la riqueza social. La riqueza limitada de manera exclusiva en la acumulación de dinero y propiedades, y en el poder político que alcanzan las fuerzas políticas, no es riqueza; cuando el empresario y el político miran a la sociedad con generosidad, y entienden que son una parte esencial de sus proyectos reconociendo la madurez y el esfuerzo de todos aquellos que se implican en su realización, se genera el espacio necesario para el desarrollo del bien común. En esto se basa la riqueza social.

La Iglesia es muy concisa en este aspecto señalando que la propiedad privada y pública, así como los diversos mecanismos del sistema económico, deben estar predispuestos para garantizar una economía al servicio del hombre, de manera que contribuyan a poner en práctica el principio del destino universal de los bienes. En esta perspectiva adquiere gran importancia la cuestión relativa a la propiedad y al uso de las nuevas tecnologías y conocimientos que constituyen, en nuestro tiempo, una forma particular de propiedad, no menos importante que la propiedad de la tierra y del capital. Estos recursos, como todos los demás bienes, tienen un destino universal; por lo tanto deben también insertarse en un contexto de normas jurídicas y de reglas sociales que garanticen su uso inspirado en criterios de justicia, equidad y respeto de los derechos del hombre. En lo referente a la dimensión política pone en evidencia que la autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad, sin suplantar la libre actividad de las personas y de los grupos, debe orientarla a la realización del bien común, respetando y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales. La autoridad política es el instrumento de coordinación y de dirección mediante el cual los particulares y los cuerpos intermedios se deben orientar hacia un orden cuyas relaciones, instituciones y procedimientos estén al servicio del crecimiento humano integral.

Los políticos y empresarios que establecen sus proyectos en la dinámica del bien común están llamados a ser los protagonistas positivos de una historia de convivencia, armonía y entendimiento. La confrontación no conduce a resolver los verdaderos problemas de los ciudadanos, da pena ver a políticos centrados en su propia historia, egoísta y particular en confrontación entre ellos, diciendo a los cuatro vientos que ellos vienen a salvarnos, y con el tejido empresarial que busca un desarrollo económico sostenible y creíble, arriesgando su patrimonio y tratando siempre de dar soluciones justas; asimismo impacta el egoísmo de empresarios alejados de la realidad social de muchas personas que están sometidas a trabajos precarios.

Sin duda, será la riqueza social la que fomente el equilibrio entre las personas y las sociedades. Es el único camino.

La próxima semana, sin salirme el hilo conductor de mis reflexiones: la búsqueda del bien común, intentaré con humildad iluminar al nuevo presidente del Partido Popular sobre la necesidad de un discurso que busque políticas sociales inspiradas en el bien común.