En el imaginario de la religiosidad es bastante popular la mujer samaritana, muy representada en obras pictóricas desde el arte paleocristiano y bizantino hasta nuestros días. Al hablar con ella, Jesús le dijo: «¡Si conocieras el don de Dios!» Don de la vida y don del encuentro con el propio Jesucristo. Jesús no viene a robarnos cosas sino a agraciarnos con el amor trinitario. Don de la gracia, seguir a Jesús no es pertenecer a una religión del esfuerzo, sino de la gracia divina del amor. No es cumplir una normativa sino acoger el don de la gracia y actuar.
La conversación con la samaritana fue en el camino a Sicar, llamada actualmente Nablus, en Cisjordania, de historia milenaria. Y es curioso que la samaritana aparece venerada en las procesiones de lugares como Cartagena, Murcia, Lorca, Elche, Orihuela, etc.
La samaritana, sus hermanas e hijos, siempre según la leyenda, evangelizaron en Cartago y Roma; en esta ciudad, convirtieron a una hija de Nerón y a muchos de sus esclavos y fueron martirizados durante las persecuciones de la época. Un hijo se enroló en el ejército romano, evangelizó en Itálica y también fue mártir. En los martirologios de las iglesias orientales la fiesta de la samaritana se celebra el domingo V de Pascua llamado «de la Samaritana». Es recordada como Santa Fotina, la Biblia no menciona este nombre, pero las iglesias ortodoxas la veneran con ese nombre que significa luminosa. Advertimos la influencia, en la leyenda popular, de ese diálogo entre Jesús y la samaritana, pues lo largo de los siglos ha permanecido presente entre los hombres de los dos pulmones de la iglesia de Cristo el oriental y el occidental.