Es un estado en el que todo ser humano se encuentra en algún momento de su vida, provocando sensaciones teñidas de melancolía. Implica ausencia de compañía como alternativa al carácter sociable de las relaciones humanas. Por su origen cabe la elegida y la involuntaria o sobrevenida por causas externas. Pero la soledad no es un estado objetivo sino subjetivo. Si una persona se siente sola es que está sola, aunque esté en compañía o en medio de una multitud. Y sea cual sea su edad, sexo o condición social. Hoy, expertos en psicología, psiquiatría y sociología le dan el calificativo de "epidemia social", en esta sociedad de frenética vida en las grandes urbes y tendencia a relaciones personales poco duraderas y con lazos escasamente consistentes
La soledad aumenta con los años y la vejez, llegando a considerarse como patrimonio de la edad. Se vive, al ir desapareciendo las personas que nos han rodeado por amor, amistad, coincidencia de gustos y aficiones e intereses. Y por su intimidad, la más dolorosa es la que se produce cuando la relación de pareja se rompe por muerte , distanciamiento, separación o divorcio. “No es bueno que el hombre esté solo” dice la Biblia
Ciertamente, la soledad posee aspectos positivos: el goce y desarrollo autónomo sin renuncia a nuestros deseos. Schopenhauer sostenía que «la soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes" Y es que, en cierto modo, libera la personalidad de cada cual y la disponibilidad casi absoluta del dominio de nuestro tiempo. Pero solo transitoriamente, porque esa autonomía nunca puede ser absoluta.
Quizás deba afrontarse la soledad según el prudente consejo de Juan XXIII en el Elogio de la serenidad: “Acomódate siempre a las circunstancias”