Los fuegos del verano como terrorismo ambiental

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11 ago 2018 / 19:47 h - Actualizado: 11 ago 2018 / 22:48 h.

El fuego es un factor ecológico de la matriz ambiental en los ecosistemas terrestres. A lo largo de la historia del planeta, el fuego ha sido un factor ecológico natural generado muchas veces por la presencia de rayos asociados a tormentas. También el ser humano en su desarrollo ha utilizado el fuego desde hace miles de años. La agricultura itinerante utilizada por grupos pequeños (entre 50 y 150 personas) usó y usa el fuego como forma de obtención de espacio y nutrientes para cultivar un trozo de tierra necesario para su subsistencia. Este tipo de fuego es un fuego intencionado, pero controlado e imprescindible como forma de vida. Algunos ecosistemas como sabanas, praderas y dehesas se han originado y mantenido por el fuego como factor ecológico. Pero hay un grave problema que reside en el carácter absolutamente destructor del fuego. Por eso es peligros si se descontrola o aparece en zonas de cualquier densidad de población o asentamientos. Con lo cual el problema de la escala del fuego es muy importante, como primera cuestión. La segunda cuestión es su intencionalidad. El fuego es un factor ecológico natural o bien humanamente inducido. Ya hemos aludido a la intencionalidad que subyace a escala reducida, bajo control y por necesidad de subsistencia, de pequeños grupos poblacionales. Pero hay otra intencionalidad humana, la del fuego intencionado por hacer daño, y también el fuego generado por un pirómano., un enfermo. Finalmente, admitamos la existencia del fuego por descuido. Todos hemos visto alguna vez a un conductor tirar una colilla a la carretera. Algún excursionista despistado puede dejar un fuego vivo, por cierto ilegal salvo en zonas autorizadas preparadas para ello, que puede originar un incendio. Algunas actividades forestales tiene autorizado el uso del fuego pero un error puede originar un incendio, no intencionado, pero de consecuencias imprevisibles. Pero lo más preocupante es el fuego intencionado con intención de hacer daño o por fines ilegales. Tiempo atrás hubo fuegos intencionados con la finalidad de facilitar el cambio del uso del territorio de forestal a urbanizable. Hoy eso no ocurre porque la legislación no lo permite, pero el daño originado por el fuego es muy grande. El verano del año pasado y también este, el Consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía, D. José Gregorio Fiscal López, ha calificado los fuegos ocurridos en la provincia de Huelva como terrorismo ambiental. El diccionario de la Real Academia Española, define el terrorismo en sus dos primeras acepciones, como “Dominación por el terror” o “Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Evidentemente, el fuego genera terror, sufrimiento e innumerables daños. El terror, definido por la RAE, es un “miedo muy intenso”. El fuego genera un miedo tremendo. Tiene razón D. José Fiscal, el fuego intencionado es una forma de terrorismo; pero hay qie profundizar en lo que origina esta forma de lacra social y actual, social y penalmente. La mayor parte de las personas, afortunadamente, solo han visto un fuego generalizado en un monte por televisión, y se impresionan. Los que hemos estado en la situación de contribuir a la extinción de un incendio forestal nunca olvidaremos la experiencia. Son admirables los miembros del INFOCA en Andalucía, y los cuerpos de seguridad del estado, la labor de la Guardia Civil tanto de extinción como de prevención, a través del SEPRONA, es digna del mayor elogio. Protección Civil, Policía Nacional y otros cuerpos, organizaciones y formas representativas de la ciudadana, hacen una labor inestimable. El 29 de julio de 2018, D. José Gregorio Fiscal López manifestaba en la prensa que “la temporada de alto riesgo de incendios va mucho mejor que en 2017”, y llamaba a la “cautela y a la precaución para evitar los incendios en época estival”. Hay que prestar atención a esta afirmación. Pone de manifiesto la facilitación climática de los incendios y también la atención que presta la política andaluza a la prevención. El seguimiento de la meteorología, del estado del material combustible de los bosques y montes, es esencial. De esta forma se puede decir si un año es más proclive al incendio y su extensión una vez generado que otro. Lo que no es controlable es el factor humano. Decía D. José Fiscal que “el dispositivo relativo a los incendios forestales para su prevención y extinción en Andalucía está al cien por cien en medios humanos y materiales”. Pero no controlamos el factor humano. No sabemos lo que piensa alguien en un momento dado, no podemos predecir cuándo una persona o personas. o grupos organizados, van a decidir iniciar un incendio. Esta contingencia genera una grave intranquilidad. Andalucía es muy grande y si bien hay mucha vigilancia es muy difícil el control metro a metro, a pesar de los esfuerzos del SEPRONA y de los agentes forestales de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio. Poco tiempo después de la llamada al cuidado del Consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, a inicios de agosto, 1.400 hectáreas arden en Nerva (Huelva) en 24 horas. Pero ha habidos más incendios en la provincia de Huelva, además de Nerva se han visto afectados los municipios de Almonaster (300 hectáreas de alto valor ecológico y social), Calañas y Zalamea. Tanto para la Junta de Andalucía como para el Gobierno de España, los incendios son intencionados. Si es así, y lo pone de manifiesto el refuerzo de la Guardia Civil en la Sierra de Huelva, estamos ante un caso de terrorismo ambiental. Lo que habría que investigar, sin que ello lo legitime en absoluto, cualquier forma de terrorismo en deleznable, es qué origina un terrorismo ambiental que incendia zonas forestales con el daño humano y material que origina, así podríamos atajar su inicio, frente la incertidumbre de no conocer intenciones de personas o grupos. Es cierto, como ha puesto de manifiesto el Delegado del Gobierno en Andalucía D. Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que hasta este momento hay menos incidentes que en el año 2017; pero el estío no ha acabado. Es muy preocupante que los incendios de la Sierra de Huelva hayan sido intencionados en una región con graves carencias económicas y de desarrollo ante los retos del siglo XXI. Habría que mirar esto y también ayudar a los ayuntamientos en la limpieza de los montes. Los espacios protegidos no pueden ser una carga no productiva en la intensidad necesaria para los municipios y también para la actividad privada sostenible. En Lepe (Huelva) han ardido 80 infraviviendas de cartón y plástico de un asentamiento chabolista de inmigrantes de mil metros cuadrados; un tema muy grave. El fuego ha devorado casi 2000 hectáreas de monte en la provincia de Valencia, implicando el desalojo de 3000 personas, con importantes daños materiales y mucho dolor y sufrimiento. Pero no solo en España existe esta lacra, California sufre el mayor incendio de toda su historia, quemando bosques, casas y personas, en 114.800 hectáreas en once días. En el Algarve (Portugal) se ha declarado también un violento y peligroso incendio forestal en la zona de Monchique, con avance del fuego de más de dos kilómetros por hora y cien kilómetros de frente, lo que unido a la situación meteorológica del verano, lo vuelve difícilmente controlable. Coincido con D. José Fiscal López en la afirmación de que no es normal que los fuegos más importantes del verano en Andalucía hayan ocurrido en Huelva. La provincia de Huelva ha sufrido el fuego de nuevo este verano, y sigue sufriendo la ciudad el cáncer de las balsas de fosfoyesos, cesio radiactivo en sus proximidades, así como una calidad del aire que habría que evaluar con detalle. Debemos pensar más en Huelva y actuar en consecuencia.