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Boris Johnson. / EFE
Llevamos meses escuchando cosas sobre el Brexit. Pero, ahora, descubrimos que existía un informe secreto, en poder del Gobierno británico, hablando de la catástrofe que supondría una salida descontrolada de Europa por parte del Reino Unido. El precio de la gasolina disparado, el de la energía tan descontrolado como el propio Brexit, camiones esperando durante horas en los puestos fronterizos, cuatro horas de espera en la entrada a Gibraltar, escasez de medicamentos... Un auténtico desastre.
La pregunta parece clara: si esto se sabe, si esto lo tienen claro en el Gobierno británico, ¿qué esperaban para anunciarlo? A simple vista parece una indecencia que un grupo de políticos sea capaz de mentir, de ocultar información o de tergiversarla, con el fin de lograr poder o un hueco en los libros de Historia. En el mundo entero estamos en manos de personas que tienen sus intereses pegados a su propia piel o a los núcleos de poder económico. Comienza a ser insoportable.
De paso, al mismo tiempo que el desastre se pose sobre el territorio británico, el resto de Europa se verá en peligro. La situación económica comienza a ser delicada y se agravaría mucho más de lo que los ciudadanos pueden llegar a intuir. En el caso de España, hablamos de miles de millones en concepto de exportaciones comprometidos, hablamos de miles de personas que pueden tener problemas aquí y allí, hablamos de un turismo tocado gravemente... Son solo ejemplos.
Mientras, el primer ministro británico, Boris Johnson, sigue insistiendo en un Brexit salvaje, en que los que mienten son los demás. Lo que oculta, lo que no dice, es que en caso de crisis importante, en caso de daños irreparables, él no se verá afectado. Siempre pagan el pato otros. Los políticos nunca jamás. Y eso les debería causar problemas graves de conciencia. Gravísimos.