Màxim: la víctima perfecta

El fugaz ministro dimitió el miércoles por una causa administrativa por la que ya cumplió con la justicia. ¿Dónde está el derecho a equivocarse y corregir?

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15 jun 2018 / 22:47 h - Actualizado: 15 jun 2018 / 23:17 h.
"Sevilla Al Minuto"
  • Màxim: la víctima perfecta

El inminente ingreso en prisión de Iñaki Urdangarín, la dimisión de Màxim Huerta, la destitución del seleccionador Lopetegui... Y todo esto en un intervalo de 24 horas. Un auténtico hervidero de actualidad difícil de controlar. La del miércoles fue una de esas jornadas de infarto en las que cuando parece que ya no puede pasar nada más te despistas diez minutos y sucede. Eso, para los que nos dedicamos a esto de los medios de comunicación y la información, puede resultar apasionante pero lo cierto es que detrás de cada noticia hay rostros humanos, historias y perjuicios, en muchas de ellas. Sin duda, el gran perjudicado de la semana ha sido el ya ex ministro de Cultura y Deportes, Màxim Huerta.

Se veía venir, la caza de brujas no iba a tardar en emprenderse. Ni una semana de gracia se le ha dado al nuevo ejecutivo de Pedro Sánchez. Màxim Huerta era la víctima perfecta. Cuestionado desde su nombramiento, era fácil rastrear en su pasado. También es gay –desafortunadamente todavía es un condicionante a tener en cuenta–, periodista y, durante un tiempo, trabajó en un programa con secciones del corazón. De nada servía que también hubiera sido presentador de informativos y que tenga una carrera literaria avalada por millones de ventas y muchos reconocimientos. No. Màxim era la víctima perfecta para esa caza de brujas que solo ha hecho empezar.

Habría que aclarar que el que fuera ministro nunca ha cometido un delito. Jamás. Hubo un fraude fruto de un cambio en la legislación. Màxim pagó y asumió sus responsabilidades. ¿Cuál es la razón entonces que motiva su dimisión? ¿Dónde está el derecho a equivocarse y enmendar? Otra cosa muy distinta sería que ese fraude estuviera aún sin esclarecer y que el fichaje estrella de Pedro Sánchez no reconociera su culpa. Entonces, la historia sería muy distinta.

Pero el presidente del Gobierno no tenía escapatoria. Debía dejar caer al periodista y escritor. Por el bien del proyecto, Màxim dimitió pero ahora somos todos los que nos tenemos que preguntar si fue una dimisión lo suficientemente justa. Y es que, todos deberíamos comprobar si nunca, jamás, hemos fallado.

Màxim Huerta ya es parte del pasado. Pasará a la historia por haber sido el ministro más fugaz de la historia de la democracia española. Ahora nos queda a nosotros el debate de si era necesario llegar hasta ese punto o no por un error administrativo por el que el afectado ya ha pagado. Repito: otra cosa muy distinta sería que hubiera sido condenado en el ejercicio de sus funciones como ministro o que no hubiera asumido su responsabilidad. Pero el juego de la política es así. Pedro Sánchez llegó a la presidencia del Gobierno siguiendo las normas democráticas. Otros se lo quieren cargar utilizando el método que sea. Qué más da. Triste realidad.