Minicasas

El mercado de las pequeñas casas modulares, prefabricadas y de diseño comienza a extenderse en España a imagen de lo que ocurre en los países del norte de Europa y en los Estados Unidos

Image
25 ago 2018 / 18:13 h - Actualizado: 25 ago 2018 / 20:10 h.
  • Minicasas

Me he enganchado con el programa de las minicasas (Tiny Houses) de una cadena de televisión. Ea, ya lo he dicho. No le encuentro explicación, pero me entretiene muchísimo ver las soluciones de espacio y decoración que les dan a esas cajas de zapatos para convertirlas en algo realmente habitable. Con mi mentalidad de justiciera universal, al principio me daban pena, mucha pena, esas familias americanas que acceden a apretarse en 27 metros para escapar de la asfixia económica. Una estrechez por otra, me decía yo. Porque en realidad una gran parte de los compradores de minicasas son personas que toman la decisión de mudarse y vivir con lo imprescindible para liberarse de la deuda hipotecaria. Que prefieren estrechar lazos con la naturaleza para escapar del lazo del banco, en definitiva.

Más tarde me convencí de que la casuística es de lo más variada: desde el hippy que sueña con instalar su cabaña de madera en las Montañas Rocosas y llevar una vida alejada de las convenciones, hasta el ejecutivo que se traslada a una gran ciudad donde los alquileres son prohibitivos y se compra una parcelita en las afueras para montar su loft de diseño prefabricado. O la parejita bohemia que inicia su vida en común recorriendo el país con su casa sobre ruedas. O la recién jubilada que decide irse cerca de sus nietos y cambia su casoplón de 400 metros por un precioso cottage en el jardín de su hija.

Que conste que no me dan comisión los de las tiny houses, pero hasta puede que le vea yo su encanto a esta forma de vida sencilla (menos espacio, menos cosas, menos labores del hogar), sin llevarla a los extremos, como dormir en una especie de armario que cuando te das la vuelta en la cama topas con el techo o que el inodoro comparta espacio con la cocina (¡!). Además y, ya digo, evitando esas incomodidades absolutamente intolerables, la mayoría de estas mini viviendas llevan aparejado el concepto de sostenibilidad, son respetuosas con el medio ambiente y se autoabastecen energéticamente. En realidad su auténtico origen estuvo en Japón, donde se aunaron la escasez de espacio y el modo de vida austero tradicional de aquel país.

¿Alguien se acuerda de aquellos minipisos de 30 metros que Zapatero se sacó de la manga como gran contribución frente a la crisis inmobiliaria que a poco que nos dejen volveremos a reeditar? Aquí esa iniciativa cosechó más críticas (y bromas) que elogios, pero en el norte de Europa y Estados Unidos las minicasas ya eran por entonces una tendencia firmemente consolidada. No hay más que ver el partido que le sacan a 25 metros en el Ikea.

Claro que dar el paso de desprendernos de todo lo realmente superfluo de nuestros hogares no sé yo cómo se compagina con la mentalidad mediterránea, donde Diógenes dejó una huella imborrable. Yo nada más que con papeles, souvenires, fotografías y el National Geographic lleno la primera minicasa, y luego a ver cuántas necesito para los libros. ¿En esos países que hacen con los libros, por dios?

Claro que la edad importa y una ha tenido ya mucho tiempo para acumular cosas superfluas, pero en el caso de los jóvenes que inician una vida independiente, ciertamente una minicasa o minipiso constituye una elección digna de ser contemplada. Y pensar que en su día yo fui de las que criticaron la iniciativa del Gobierno de Zapatero. Claro que a mí lo que me atrae del programa televisivo es que parecen casitas de cuento, nada semejante a 30 metros de VPO.