Somos una minoría muy minoritaria –aunque cada vez más mayoritaria, como decía Antonio Mairena al referirse a los aficionados al cante jondo–, los que sabemos quién es el guitarrista trianero Rafael Riqueni del Canto. Trianero de Triana, no de ningún lugar desde el que ven Santa Ana por casualidad y se creen que son de la Cava Nueva. Rafael era un niño más bonito que un San Luis, que sin ser aún adolescente tocaba ya la guitarra mejor que el Niño Ricardo o Pepe Martínez. Sí, sin exagerar lo más mínimo. Y ya ven, el arrabal no es tierra de guitarristas que hayan hecho historia o marcado el camino. Pero Rafael sí está haciendo historia y está marcando un camino poco transitado, el de la revolución de la composición y las armonías flamencas. En una tierra, Sevilla, la del Maestro Pérez, Antonio Moreno, Niño Ricardo, Pepe Martínez y Eduardo de la Malena, que tarda en reconocer a los genios, Riqueni es en la actualidad un caso único, porque la capital andaluza presumen ya de tener como uno de sus hijos más ilustres a la primera referencia para los jóvenes del mundo entero que tocan la sonanta. Para ellos, el maestro es un ser especial que ha sido capaz de vencer todos sus problemas, que no han sido pocos, para convertirse en un músico único. Su última obra musical, Parque de María Luisa, no es posiblemente su mejor obra –desde luego, no su mejor disco arte de jondo, porque no es de flamenco–, pero es fundamental en el nuevo Riqueni. Es música, y qué música. Cuando le preguntaron al gran Mile Davis que si su disco de música española era de flamenco o jazz, contestó: “No, es solo música”. Solo su saeta tiene más flamenco que alguna antología del género. Rafael está en ese plan, en hacer música sin ponerle etiquetas. Que se la pongan los demás. Le envió la obra a un amigo de Moscú y un día me escribió para darme las gracias, de esta manera: “He estado en Sevilla, sin estar”. Riqueni presentará Parque María Luisa en el nuevo espacio Cartuja Center, el día 9 de marzo. Estoy por ir en coche de caballos escuchando a Turina y a Tomás Pavón.