Mis hermanos españoles

Escribo estas líneas con tristeza, con un dolor agarrado a las ideas que van y vienen sin querer reposar ni un instante, que no dan tregua. Pero con esperanza

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06 oct 2017 / 23:48 h - Actualizado: 07 oct 2017 / 13:34 h.
"La vida del revés"
  • Mis hermanos españoles

Escribo estas líneas desde la incertidumbre, desde la vergüenza que me provoca saber que los políticos catalanes han dedicado todos sus esfuerzos a destrozar su propia tierra con la excusa de querer abandonar su propia tierra, es decir, España. Escribo casi con lágrimas en los ojos pensando en la cantidad de dolor que podría ocasionar -que muchos ya están sufriendo, con toda seguridad- eso que, cada día más personas, llaman independencia. ¿Qué es la independencia? ¿Qué libertad te otorga dibujar una línea más en el mapa? ¿Acaso dejas de morir un tiempo después siendo independiente, sea lo que sea eso? Preguntas tan estúpidas como las contestaciones que se pueden dar.

Me siento español. Y eso significa que me siento de Toledo porque allí nací, me crie y es donde he disfrutado de momentos inolvidables. También siento que, al llegar a Sevilla, estoy en casa. Los mejores años de mi vida profesional los he pasado a caballo entre Madrid y la capital hispalense. En Sevilla se han cumplido algunos sueños importantes y se me ha tratado con cariño, como si fuera uno más. Soy sevillano hasta las cejas. Por supuesto, Madrid es especialmente importante para mí. Son muchos años viviendo en una de las mejores ciudades del mundo. Aquí han nacido mis hijos, mi esposa, es el lugar en el que nunca me han preguntado quién era o de dónde llegaba. Madrid es mi vida. ¿Cómo no voy a sentirme madrileño? Pero, además, me siento asturiano, gallego o catalán. Jamás he tenido un problema en ninguno de los lugares de España que he visitado. Puedo presumir de conocer el país de lado a lado y de no poder decir ni una palabra mala de nadie. Incluidos los catalanes. Fueron agradables, cariñosos, entrañables. Esas cosas que cuentan sobre conversaciones en las que hablan catalán aunque uno no lo entienda, sobre malos modos al tener enfrente a un español o bobadas de este tipo, me parecen imposibles. Los catalanes son buenos profesionales, personas normales y corrientes, madres y padres que adoran a sus hijos. El resto es leyenda. Y, además, como los andaluces, los vascos o los valencianos, los considero hermanos. Pero sin matices: son mis hermanos.

Por todo esto, sufro cuando, sin entender la razón, todo se acelera y algunos barcelonenses o leridanos, me miran, a través de la pantalla de la televisión, o de una foto colgada en las redes sociales, con odio, como si no recordaran que hemos construido un país codo con codo. Aquí lo ha pasado mal todo el mundo, aquí todo el mundo puede compartir el mérito de los éxitos. Aquí no se roban los ciudadanos entre ellos. Los políticos se han puesto las botas, pero no se puede confundir una cosa con otra. No entiendo nada y sufro porque mis hermanos se me escapan como la arena entre los dedos.

Alguien podría pensar que esto es literatura, que no será para tanto. Pero si lo es. En Barcelona tengo excelentes amigos y, a este paso, los perderé. En Barcelona presenté la primera de mis novelas incluso antes que en Madrid y fue una experiencia inolvidable. En Barcelona he disfrutado de una gastronomía imponente, he realizado negocios, he paseado calles preciosas. Y en Barcelona, guste o no, me he sentido muy, muy, español. Y muy orgulloso de serlo. Allí como en cualquier otro lugar de España. Con mi gente, con mis hermanos.

Alguien podrá pensar que esto de ser español y presumir de ello, de sentir la bandera nacional como un símbolo imprescindible para saber el lugar que se ocupa en el mundo, de llamar hermanos al resto de españoles y cosas parecidas, las digo porque soy eso que llaman facha. Y no, sencillamente, no. Los que me conocen saben que me encuentro desde joven en el lado contrario, justo enfrente; que mis grandes disgustos ha costado. Y reivindicar mi condición significa que no estoy dispuesto a renunciar la esencia de lo que soy. Mejor sería que todos dejásemos los complejos y no sintiéramos vergüenza por cosas tan fundamentales como la españolidad. ¿Les parecen a ustedes unos ridículos los independentistas catalanes? Podrán estar en total desacuerdo con sus ideas y con su postura, pero ridículos o fachas, en ningún caso. Pues eso.

Escribo estas líneas con tristeza, con un dolor agarrado a las ideas que van y vienen sin querer reposar ni un instante, que no dan tregua. Pero con esperanza. Pasará lo que tenga que pasar, pero es necesario que trabajemos juntos para conseguir que todos los que ya se han ido (porque ya se han ido y son muchos) quieran regresar a su casa y con su enorme familia. Nos necesitamos unos a otros y estos movimientos políticos tan ajenos a lo que somos, no pueden ser buenos. Seguramente en este espectáculo lo que no sabemos que está ocurriendo es infinitamente más que lo que nos dejan ver. La política es política. Y las personas son los peones que se sacrifican en el tablero. Aquí en Madrid, en Sevilla o en Girona.

Yo, lo que quiero es seguir enamorado y disfrutando de la democracia que conseguimos con tanto esfuerzo. Y para seguir amando es necesario que todos los hagamos. Los catalanes, los andaluces, los castellanos, los murcianos, los gallegos...

Volved. Volvamos.