Mochila y bordón

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21 ago 2018 / 20:19 h - Actualizado: 21 ago 2018 / 20:25 h.
"Fin de pista"

El camino siempre es un punto y aparte pero se construye de puntos seguidos que conducen a la ansiada meta de Compostela. La tropilla de amigos había abandonado un año antes la ruta en tierras navarras después de recorrer las tierras del alto Aragón. Se trataba de recuperar la vieja senda francesa. En medio, ya habían tenido tiempo de hollar el llamado Camino Inglés –de las Rías Altas a Santiago– y la ruta portuguesa. Pero el poderoso halo del definitivo camino de las estrellas volvía a situar en el mapa esa vieja sirga de piedra que se llama Puente la Reina, meta volante del empeño anterior. El reto, por esta vez, pasaba por coser en un solo tranco los valles navarros, la hoya fértil de La Rioja y los primeros predios castellanos. Burgos marcaría la meta volante de este empeño en espera de un nuevo asalto.

El peregrino que escribe este artículo ya aprendió hace mucho que la vida se ve distinta con la mochila colgada, ganando la mano a la madrugada y marcando el ritmo con el regatón de tu bordón. El tiempo se alía con el paso del caminante que deja atrás –aunque sólo sea por unos días– las miserias de ese mundo de prisas, obligaciones y rutinas que desaparece al desempolvar los trastos del camino con la ilusión de un niño en día de Reyes. Las suelas del viajero acumulan ya nueve caminos; y ya piensa en el próximo, añorando las risas de sus hermanos de ruta, el aire limpio de la tierra calma que anuncia la amanecida, el horizonte ancho, la medida del mundo al paso de un hombre...