Por los caminos de Dios

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01 abr 2017 / 23:51 h - Actualizado: 01 abr 2017 / 22:52 h.
"La trastienda hispalense"

El pequeño limonero del patio de mi estudio, me llama a diario para que vea como brotan de sus ramas los pequeños botones violáceos que abren en blanco nacarado de primavera. La página de Arte Sacro, hace lo imposible para que su fantástica agenda cofradiera, no estalle con el gran cúmulo de noticias sobre viacrucis, mudás, quinarios, besapiés y besamanos, conciertos, meditaciones, exposiciones, misas y pregones, entre otras muchas actividades cercanas a la gran sinfonía de campanas con la que la Giralda bendecirá al gran Domingo de Palmas.

El viernes, le hice mi particular homenaje al último día de marzo, paseando por juderías, viejas y nuevas, disfrutando en el Seo Hispalense con La huella de José Gestoso en la Catedral de Sevilla, degustando de un picoteo en la Casa que Álvaro Peregil tiene en la antigua calle de la Borceguinería y asistiendo al Jubileo en la capilla de San Onofre, tan bella como desapercibida por el gran público que pasa por su puerta sin imaginarse la belleza barroca y artística que puede visitar, tan solo cruzando el escalón del número cuatro de la Plaza Nueva y entrando en el único espacio, junto al Arco del Ayuntamiento, que queda del desaparecido Convento Casa Grande de San Francisco, derribado en el XIX.

Reviré por el Bar Laredo para enfilar Sierpes memorando el gran pregón que dio mi sobrino artístico Enrique Casellas en el atril de la basílica de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena, que es lo mismo que decir en el atril de la Gloria, desde donde exaltó a la Centuria Sevillana de Dios, con el arte que derrocha el juglar pastoreño de Capuchinos... ¡Que me perdonen los cielos, porque yo no veo a Roma por ningún sitio, yo solo veo a Sevilla!

Los sones de Señor de la Sentencia, obra del joven compositor David Hurtado, florecieron de nuevo en la Huerta del Macario, correteando por las murallas y la Resolana para regar de música mu nuestra los cuatro costaos de Sevilla.

Y en Sevilla, las torrijas de la Campana donde el paladar me pide almíbar de cuaresma por los caminos de Dios, en los que tuve el honor y el gozo de que mi amigo Peregil cantara aquellos versos saeteros que Naranjito estrenó, sobre la histórica y centenaria confitería, bajo el título de La Palangana...

Porqué te lavas las manos, Pilato, sí lavándolas, sentencias a todos los sevillanos, Pilato, que con una cruz a cuesta, con Cristo te perdonamos, Pilato, allá tú con tu conciencia.