En medio de los efectos de la charlotada parlamentaria de Madrid me llegó la noticia de la muerte de Eduardo Punset, expolítico y gran divulgador de la ciencia. Eso sí que era una noticia importante porque hemos perdido a una de las personas que nos han ayudado a intentar comprender el mundo más allá de nosotros mismos y del planeta en que vivimos. Su legado seguirá ahí y ya hay otros que han recogido su testigo y otros que trabajaban en la divulgación de la ciencia antes que él pero Punset logró llevar su labor a TVE y en La 2 nos ofrecía su programa Redes que está en Youtube en consulta gratis.
En los últimos años he dedicado bastantes horas a seguir la obra divulgativa de Punset porque lo que nos explicaban los destacados científicos a los que entrevistaba es la punta de lanza del conocimiento humano, un asunto de minorías muy minoritarias que se aborda escasamente en los campos de las ciencias sociales y las humanidades. Se trata del terreno de los enfoques complejos sin los cuales es imposible comprender o llegar a comprender el sentido de nuestra existencia. Llevo desde los años 80 del pasado siglo metido en estos enfoques y ha llegado un momento en el que casi todo en la vida cotidiana me parece extremadamente secundario a la vez que extremadamente interesante si lo relaciono con el Todo en el que estamos inmersos. La política –y más esta política- se me asemeja a una astracanada con unos sujetos que en nada se parecen al Punset político y a su tiempo, son de este tiempo líquido que se ha quedado sin bases estructurales, sin base primaria desde la que mirar al futuro y al presente.
Si aplicáramos el enfoque complejo al acto del otro día en Las Cortes tendríamos que echar mano de la teoría del caos y de las leyes de la termodinámica así como de la filosofía posmoderna, todo lo que vimos y todo lo que vemos contiene detrás un profundo significado, la ciencia es una aguafiestas que nos despierta de los sueños basados en imaginarios. La película Los puentes de Madison es una demostración de la validez de la sociobiología, las botellonas y otras movidas juveniles son simples ceremonias de apareamiento, a la necesidad de la unión entre partículas o especies de animales lo llaman amor y de ese mito nacen millones de películas, libros y canciones que necesitamos para alimentar el alma que, en efecto, como se titulaba uno de los libros de Punset, está en el cerebro, un cerebro que crea estereotipos para no complicarse la vida, tales como catalán = tacaño, andaluz = vago, Dios = bueno, Demonio = malo.
La vida sólo se la complican intelectualmente los científicos, los filósofos y algunos poetas y escritores. Lo que hacía Punset era periodismo científico, una de las especialidades que nos indican la indudable validez y necesidad del periodismo, los medios más relevantes poseen suplementos dedicados al periodismo científico, por ellos nos podemos enterar de que aún llevamos en nuestro ADN genes neandertales entre otras muchas realidades que puede que nos resistamos a admitir porque la realidad es más amarga de lo que creemos aunque eso según se mire porque a mí me parece fascinante y me imprime vigor. Punset fue ministro de educación con la UCD, me imagino que sería consciente de que él era, como todos, una partícula formada por miles de millones de partículas y que ahora ha vuelto al lugar donde estaba antes de nacer.