La clase política de vez en cuando se centra en la política y se olvida de la clase. El más reciente ejemplo es el caso de ciertos políticos ingleses. Esos que soltaron por esa boca las más grandes barbaridades contra la Unión Europea, la que los oprimía y controlaba, la que los asfixiaba económicamente (¿les va sonando el discurso?).
Pues bien, tras el famoso referéndum del brexit, donde los ingleses acordaron mandar a la Venta del Nabo a Europa, sale ahora Dominic Cummnings (mejor no traduzcan el apellido), el señor que dirigió la campaña Vote Leave del brexit, y dice ahora, ya con todo aprobado y decidido, que dejar la UE puede ser un error y que la convocatoria del referéndum fue una «idea estúpida, antes de haber agotado otras opciones».
Como decimos en Cádiz: «Ole sus coone ahí». Y no pasa nada, señores. Yo engaño a millones de personas que votan lo que yo quiero y luego, donde dije Digo digo Diego.
Estoy en desacuerdo con los que dicen que los culpables son los votantes. La gente puede votar engañada y así ha sido. Sobre el papel todo es muy bonito, maravilloso. El problema es que estas decisiones vitales para los países se toman a pie de urnas sin concretar lo que viene después. Es el famoso «¿Qué han hecho los romanos por nosotros», de La vida de Brian de los Monty Python.
Decir que vayan tomando nota algunos es para nada, porque cuando aparece la ceguera lo demás da igual. Y si los político no reflexionan, deberían hacerlo los votantes. Que viene el lobo.