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Quico Rivas, el aristoácrata (III)

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12 nov 2018 / 10:48 h - Actualizado: 10 nov 2018 / 17:59 h.
"Arte"
  • Quico Rivas, el aristoácrata (III)

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La importancia de Quico Rivas en mi opinión es tan amplia, que se necesita hacer -como lo ha hecho la comisaria de la exposición Esther Regueira, contando con el aporte imprescindible de su familia, que ha sabido custodiar como en un santuario laico, todo lo que ha podido ser su vida para que esta trascienda y sea de utilidad – un Libro-Catálogo que está a punto de salir y que nos desvelará muchas más claves de las que queremos ver ahora.

Continuando con el artículo anterior, donde le dejamos con Bonet y sus seguidores, hay que destacar necesariamente al Equipo Múltiple (creado por ambos y en activo desde 1959 al 73) en el que hicieron sus propias obras plásticas, redactaron manifiestos, ejercieron la crítica de arte y sobre todo procuraron eliminar por todos los medios a su alcance, cualquier anacronismo sevillano, en los duros coletazos de la Dictadura.

Aquí se haría necesario un comentario más extenso pues sus obras artísticas de estos momentos, desprenden ecos de las Vanguardias históricas internacionales relacionadas con el neoplasticismo y el rayonismo fundamentalmente, al tiempo que concomitancias de autores relacionados con nuestra capital también ya lamentablemente desaparecidos y en línea con ellos, como fueran el genial Paco Molina o Pepe Soto.

El Hecho de que decidieran rehabilitar la Casa natal de Velázquez e instalar allí la mítica Galería M-11, continuó contribuyendo a que los nuevos valores entonces y los que ya se estaban afianzando (Sierra, Delgado, Gordillo, Salinas, Laffón, ...), se dieran a conocer, se integraran en los circuitos de importantes galerías como Juana Mordó o Juana de Aizpuru y al incipiente coleccionismo español, sobre todo cuando después de esta experiencia sevillana se traslada a Madrid, para continuar con todas esas facetas de artista, activista, escritor y gestor.

Aun así, la importancia que tuvo esta labor conjunta Quico Rivas y Juan Muanuel Bonet en las dos experiencias sevillanas, es la del viaje iniciático, ese que nos trajo la obra de otros “pioneros”, los cuales, desde las artes plásticas y desde cualquier tipo de diseño, quitando la caspa del franquismo e incorporándonos a los nuevos lenguajes coetáneos. Esto mismo ocurrió con otros y otras a los que no se les hace el menor reconocimiento en vida, aunque no es el momento de tratar ahora, sino de resaltar la ingente labor en estos ámbitos (dejemos el de la noche aparte, porque entonces no entenderíamos de dónde sacaba la energía o si era cuestión de retroalimentación continua) y de constatar cómo todo eso fue cayendo en un letargo ideológico y artístico, del que afortunadamente de nuevo salimos ahora.

Hasta aquí puede decirse -después veremos que lo seguirá haciendo siempre- que Quico Rivas escogía estos medios: como la crítica -en realidad historia e historiografía artística- en cada una de las revistas, folletos, proclamas, panfletos, libros, catálogos y textos que redactaba, y en cuanto a la organización de colectivas inmensas por la cantidad de participantes que lograba reunir, sus intervenciones mediáticas y todo aquello que pasara por su cabeza para hacerlo realidad, todo, con el doble propósito de seguir formándose en arte y por supuesto que en ideología, entendida como un cambio radical de mentalidad virando hacia posiciones de izquierda y libertarias, que supusieran un corte también por este lado, con lo anterior.

La exposición no omite nada, es una especie de homenaje de gratitud a todo lo que aportó, un museo que esperemos no sea efímero, que va siguiendo los rastros de su vida, las vicisitudes por las que atravesaba el arte, la política y la sociedad española coetáneos. En estos sentidos podría decirse si se permite el término, que lo que tenemos por delante es una “metaexposición” que da cuenta de los colectivos disidentes -nos sorprendería ver hoy algunos nombres- de los muchísimos que él fue capaz de aglutinar o en los que se integró considerando el arte como una revolución, como esa mezcla de pensamiento y acción capaz de cambiar la mentalidad española, si quiera fuese recurriendo a la protesta, a la denuncia, a lo bizarro, y donde entraba todo: desde críticas a la situación de las cárceles (que conoció por experiencia propia), huelgas de los basureros por ejemplo y para la que organiza la exposición “BasurArte”, la lucha por la libertad de los presos comunes, la revisión de las leyes de peligrosidad pública y la sátira hacia una monarquía continuista que con sus textos, obras y sobre todo esas acciones, pretendía cambiar.

No se equivocó en esto, ni en muchas otras cosas que bien podrían anticipar -o deberían- una situación tan pasiva como la actual en la que se hacen en falta muchos Quico Rivas. Tampoco, en la elección o promoción de bastantes de los que son hoy autores de primera línea o reconocidos internacionalmente.

Cultísimo, autodidacta, en línea con esos puntales que de vez en cuando surgen, es de esperar que vaya siendo hora de que se le coloque en el puesto que merece, no en tanto como artista -que también- sino en de abrirnos a la modernidad. Ese mito aquí.