Seamos valientes

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22 mar 2018 / 21:40 h - Actualizado: 22 mar 2018 / 21:41 h.

Es humano tener miedo. Lo sé muy bien por haberlo sentido yo misma en dos ocasiones, formando parte de las filas nazarenas de una cofradía de la Madrugá. Puedo comprender la angustia y el pánico que te invaden cuando un fragor inexplicable te taladra los oídos y, de pronto, escuchas como la gente grita y huye despavorida arrasando todo lo que encuentra a su paso.

Pero solo es eso, miedo. No hay nada más detrás ni nada que lo justifique. Al menos, esa es la explicación oficial dada a los cansinos episodios vividos intermitentemente en nuestra Madrugá. Sin embargo, ¿por qué se van a tomar medidas encaminadas a prevenir el gamberrismo? Supongo que debe haber algo más de lo que se ha dicho detrás de lo ocurrido el año pasado y de los anteriores episodios.

En cualquier caso, Sevilla es poseedora de un patrimonio devocional único que corre el peligro, si no de desaparecer, al menos, de quedar malherido si los sevillanos permitimos que ese miedo se apodere de nosotros y nos atenace el alma hasta el punto de renunciar voluntariamente a salir a la calle para ir a nuestro anual encuentro con esa Esperanza, que sonríe al entrar en Campana, o con esa otra que, generosa, ofrece su ancla para guarecer a todo aquel que se le acerque.

No permitamos que nada ni nadie nos haga desertar de poner nuestras plegarias a los pies del más poderoso Señor del cielo y de la tierra, ni de comprobar un año más cómo el silencio se hace imagen viva cuando Jesús Nazareno recorre diligente su camino, abrazado tiernamente al madero de nuestra salvación. Ni dejemos abandonado a ese Cristo, padre bueno de los gitanos, que rompe cada año la madrugada con su figura quebrada por el peso de la Cruz y que después veremos muerto, por todos y cada uno de nosotros, en el Calvario.

Por eso, quiero hacerme eco de la llamada que nos hizo el pregonero de la Semana Santa. Seamos valientes, no permitamos que la vileza de unos cuantos se apodere de nuestra ciudad durante la noche más esperada y hermosa y nos despoje de ese tesoro que hemos sabido conservar durante más de 600 años a pesar de persecuciones, guerras, epidemias o golpes de anticlericalismo.

Pido a todos los sevillanos que no tengamos miedo, que salgamos a la calle a mantener lo que es nuestro y que el único motivo que nos mantenga encerrados en casa esta próxima Madrugá sea una lluvia torrencial.

¡Dios no lo quiera!