Iba por Canalejas

Terrorismo de barriada

28 dic 2017 / 20:34 h - Actualizado: 29 dic 2017 / 09:33 h.
"Iba por Canalejas"

Jamás he podido entender la gracia que tiene tirar un petardo. Si realmente tuviera algo de gracioso, los valencianos serían los reyes del humor y arrasarían todos los años con sus chirigotas en el concurso del Falla. Pero no, oiga.

Comprendo que a los niños les pueda resultar curioso tan estruendoso artefacto, pero que un adulto, con plena efervescencia de vellosidad púbica en la zona del Despacho Oval, disfrute y goce al son de explosiones es algo que escapa a mi razonamiento.

Ya no basta con tirar un petardito. Ahora son de tal potencia que en algunos sitios incluso te dan con el petardo un disfraz de habitante del Londres de 1941, para que te sientas como si te hubiera caído al lado una V-1 nazi.

Dicen los psicólogos que el placer de tirar petardos se explica porque «nos transporta a nuestra infancia». Pero salvo que usted haya nacido junto a un campo de minas con gran tránsito de peatones, o tuviera algún vecino terrorista, sigo sin entenderlo.

Dicen los médicos que prender la mecha y esperar a que explote provoca estrés del bueno, y encabronamiento del malo en la victima. Dicen que en estas acciones se libera dopamina, hormona responsable de causar bienestar en nuestro cuerpo.

Yo creo, sin saber mucho de medicina, que lo que se libera es porculina, hormona capaz de molestar al prójimo hasta límites insospechados. Si la campaña a favor del casco era «Métetelo en la cabeza», ya se imaginan cual debería ser la campaña a favor de prohibir los petardos. Feliz año.