Trastornados

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16 sep 2016 / 22:11 h - Actualizado: 16 sep 2016 / 22:13 h.
"Cofradías"

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Uno no siempre quiere tener razón. Es más, a veces, desearía que los hechos contradijeran mis opiniones. Por eso, en último extremo, espero y confío —tal vez por educación salesiana— en que la Divina Providencia venga a corregir los desmanes que preveo. La semana pasada les decía desde estos mismos renglones que todo está muy raro, muy agrio. Que las noticias que leemos, cofradieras o no, se muestran normalmente cubiertas de un barniz oscuro y desalentador. En nuestra sociedad se ha llegado al punto de creer que sostener una opinión equivale a lanzar el descrédito sobre los otros y, si fuera posible, hasta aniquilarlos. Las redes sociales, las pintadas callejeras, los gritos y consignas de cualquier manifestación dan buena cuenta de ello. No hay que ser ningún sabio, basta con poner la vista y el oído en cuanto nos rodea. A esta circunstancia se une una sensación de impunidad que hace envalentonarse a cualquier trastornado; de modo que de ahí a convertirse en brazo ejecutor de los más oscuros desmanes hay un recorrido demasiado corto. Si el sueño de la razón produce monstruos, la confianza de los desalmados en la laxa aplicación de la justicia acaba por servirles de estratagema y la libertad se trueca en fingimiento. Pedía en mi último artículo que la Paz nos asistiera en este septiembre; como veo que mi ruego no se logra, insistiré en mi súplica mirando a Santa Ana que, durante más de siete siglos, ha visto por aquí de todo.