Hay una cosa de la política española que siempre me ha resultado vergonzosa, antes, cuando la vivía con pasión y metiendo el hombro –era entonces más inocente que un búcaro–, y ahora, que no me creo a nadie y que la vivo desde lejos. Me refiero al juego de malos y buenos españoles. Cuando todos deberían ir a una en un momento tan delicado como el que vivimos con el separatismo catalán, que nos puede traer una ruina dentro de unos días, los distintos partidos se despellejan entre ellos porque todos quieren sacar tajada. Lo de Podemos es sencillamente repulsivo, porque busca el conflicto en la calle, calentar el ambiente, que es lo suyo, su terreno natural. Es inadmisible la postura que ha tomado ante tan grave problema para el país, denunciando represión por parte del Estado hacia los catalanes y apoyando a la panda de corruptos que maneja los hilos de lo que es un golpe de Estado. Exigen democracia para que Cataluña decida su destino, pero no denuncian la falta de libertad que hay en el procés, lo que los hará responsables de lo que pueda pasar estos días.