Una ración más de suicidio y humillación mediática

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Pepa Violeta Pepavioleta
02 jun 2019 / 14:42 h - Actualizado: 02 jun 2019 / 14:45 h.
  • Una ración más de suicidio y humillación mediática

Sí, una ración más de algo que se podía haber evitado, si este país que nos sostiene invirtiera más en educación igualitaria, en políticos que no estén constantemente dando pasos atrás y entendieran que el machismo es una lacra a la que hay que hacer frente ya. El caso de esta semana de la trabajadora de IVECO que decidió quitarse la vida con 32 años, tras difundirse entre sus compañeros de trabajo un video suyo de carácter sexual, podría no haber ocurrido.

Es más, si estuviéramos haciendo bien los deberes, ni siquiera se hubiera producido la difusión del video, porque la sociedad en bloque hubiera actuado desde el rechazo, la repulsión y el castigo al machito de turno que le diera por distribuir tal contenido íntimo. Revisar el ideario colectivo de masculinidad dominante es tarea urgente y por supuesto trabajar con estos hombres que entienden la sexualidad desde el mantenimiento de cuotas de poder. Pero no sólo el machismo se ha cobrado otra vida, morimos todos y todas, cada vez que damos cobertura a toreros que sueltan perlas como que sí ese video lo hubiera grabado un hombre ya lo hubiera enseñado, porque sería incapaz de guardarse dicho espectáculo de hombría absoluta. Morimos con Verónica, cada vez que hacemos búsqueda de su video en páginas para adultos, para satisfacer ese morbo que nos pudre el alma y nos aleja de lo humano. Bajeza, que nos vuelve a poner en el sitio que merecemos, el de una sociedad que tira de eufemismos para hablar de malnacidos, cuando lo que tenemos enfrente son una panda de machirulos, inseguros y cobardes, ávidos del palmeo de su grupo de iguales. Que no tienen otro entretenimiento, que distribuir hazañas sexuales propias y ajenas, sin importarles el daño que puede causar a otras personas. Porque no lo olviden ustedes, las mujeres no somos personas para estos cavernícolas. Somos trozos de carne para uso y disfrute. Sin identidad, sin rostro, sin derechos.

Morimos también poco a poco, cada vez que legitimamos y participamos de un consumo mediático totalmente manipulado, para devolvernos a las mujeres a nuestro rol de víctimas pasivas. Recordándonos la santidad a la que le debemos tributo, porque el patriarcado nos quiere sumisas y al servicio de placer masculino.

A mi particularmente, que este torero se muestre devastado por la repercusión de sus palabras en redes sociales (que teniendo en cuenta que nacen de su boca, digo yo que algo de responsabilidad debería asumir) por el daño que le están haciendo, me importa bien poco. No se si son conscientes que de forma sibilina el patriarcado está dando la vuelta al discurso para olvidarnos de la verdadera víctima de esta historia y enfocar nuestro interés en las palabras de un señor, que eso sí hay que reconocer, han usado de cabeza de turco para darle un poco de carnaza al personal.

No es casualidad que justo este video se haya convertido en el más buscado en canales porno en cuestión de minutos. Pero si vamos a hablar de humillación vamos a tirar de hemeroteca. Y es que este discurso manido sobre moral, pudor, sexualidad femenina... ya viene de lejos y de vez en cuando, nos van soltando una nueva píldora para que vayamos integrando de forma inconsciente los peligros a los que nos enfrentamos las mujeres cuando decidimos disfrutar de nuestra sexualidad.

Que nos diga Mónica Lewinsky qué es humillación mediática y este torero nuestro se deje ya de remilgos. La becaria más famosa del mundo, tuvo ración doble; convirtiéndose en la primera mujer en ser vapuleada sin piedad por la prensa internacional por un escándalo sexual. El infiel salió de rositas como era de presuponer, en un mundo que sigue protegiendo a maridos arrepentidos, pero castiga sin piedad a becarias aprovechadas. Mujeres deseosas de poder y fama. Mujeres sin escrúpulos que destrozan matrimonios con artimañas amatorias. Así nos retrata la cultura machista, a las mujeres libres que disfrutamos de nuestra sexualidad. Por eso hay que tener especial cuidado, con el tratamiento que se hace en los medios de estos mensajes y hasta que punto nos exponemos a convertirnos en cómplices; cuando dejamos la crítica aparcada y no deshuesamos la información de forma correcta, dejándonos seducir por prejuicios sexistas.

La vanidad también podríamos dejarla a un lado y creernos de verdad que la sociedad necesita cambios urgentes de valores. Continuamente recibimos señales de aviso y sólo nos lamentamos cuando la tragedia llama a la puerta. Que no nos pase como a los habitante de Pompeya, que no le dieron importancia a los terremotos, a la sequía de los ríos y la ausencia de pájaros, preludio de una erupción que los sepultó a todos en lava. El Vesubio les recordó que la sabiduría está en otra esfera. Que hay que pararse para reflexionar, captar las señales y hacer caso a la intuición, para no convertirnos en figuras petrificadas a las que los turistas se acerquen a fotografiar. Queridos/as, las señales están ahí fuera. Constantemente nos llegan y es nuestra responsabilidad filtrarlas a tiempo, para actuar antes de que se vuelvan a repetir crónicas parecidas.

Esto, es lo que necesita la sociedad emergente que estamos levantando desde el feminismo. Un mundo con hombres que no permanezcan impasibles ante ataques a la intimidad sexual de las mujeres. Como #yonoloharía, un grito sonoro de hombres que no ven representada su masculinidad, ni en la del torero de marras, ni en la de aquellos que entre sorna y complicidad han alimentado la desesperación de una mujer que ha acabado por suicidarse ante la presión social, la vergüenza y la humillación pública.

Luchar por la igualdad, implica compartir un mismo camino, por eso os necesitamos a vosotros. Hombres, que os reveláis ante una doctrina que empobrece a la humanidad cada vez más deshumanizada. Que vuestra voz sea canto para otros que ya están de camino, que están por llegar. Que abanderen una forma de entender la vida en la que todos y todas practiquemos la libertad de amar y disfrutar de nuestros propios cuerpos más allá de tabúes limitantes. Que la historia nos sirva para dejar de repetir los mismos errores. Con una Pompeya ya es suficiente.