Entre las fuerzas del orden que defienden las fronteras de España en las ciudades de Ceuta y Melilla se percibía ayer el desánimo de quien se siente abandonado por sus gobernantes. De hecho, la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), a través de un comunicado, denunció ayer que entre los agentes «aumenta cada día la sensación de abandono institucional, rabia e impotencia». Lo decía horas después de una nueva y violenta invasión de más de cien subsaharianos mediante el salto de la valla ceutí. Desde el Gobierno se apresuraron a alegar que eso venía «larvándose hacía mucho tiempo», eludiendo así cualquier responsabilidad ante las acusaciones de efecto llamada de su política ante la inmigración. Cuesta reprochar algo a un Ejecutivo que muestra empatía con los desahuciados del mundo, siempre que quienes tienen la obligación de defender las fronteras y hacer cumplir las leyes no se sientan huérfanos en su misión, una de las más importantes que puede cumplir un país. Se ha demostrado que el Gobierno tiene corazón. Ahora, a ver si tiene vista.