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El alcalde de Pedrera se hizo noticia

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11 ene 2018 / 22:59 h - Actualizado: 11 ene 2018 / 23:02 h.
  • El alcalde de Pedrera se hizo noticia

No es admisible, de ninguna de las maneras, que un alcalde de un municipio como Pedrera declare que a él le gustaría ‘ver a gente fusilada’. Ni con tono irónico ni sin él; ni tratando de apaciguar los ánimos de los vecinos ni intentando cualquier otra cosa. Algunas cosas no pueden incluirse en el discurso de una persona pública y menos cuando el ambiente se ha crispado con anterioridad; algunas expresiones son absolutamente impropias de alguien que quiere trabajar con vocación de servicio para un grupo social.

Además del error del alcalde de Pedrera al manifestarse de ese modo, es chocante que el accidente de circulación que se produjo el pasado día seis de enero sea el detonante de un conflicto que parece no tener límites al aumentar de importancia. Una primera pelea entre los ocupantes de los vehículos implicados, actos vandálicos contra las propiedades de los miembros de la comunidad rumana asentada en la población, nervios en exceso y formas violentas. No deja de ser sorprendente que esté sucediendo algo así y todo indica que se trata de un problema enquistado que se ha querido resolver por la vía menos amable. Demasiado ruido. Y, desde luego, las palabras del alcalde no parecen que puedan ayudar demasiado. Al contrario, lejos de aparecer como una figura capaz de calmar a todos los implicados, el alcalde de Pedrera se convierte en protagonista al complicar más el asunto.

Este es un caso más que invita a reflexionar sobre qué tipo de políticos gobiernan las distintas instituciones españolas, sobre qué preparación mínima podría ser exigida a las personas que aspiran a tener responsabilidades de carácter público, sobre esos problemas con los que convivimos y no queremos admitir como parte de la realidad, y sobre la incapacidad de las personas responsables para solucionarlos.

Y este caso invita a reflexionar sobre esas dimisiones que en la política española, sencillamente, no existen. Una democracia robusta y sana es un escenario ideal para la autocrítica y para dejar los cargos después de cometer un error de bulto. Si la autocrítica o la dimisión es una rareza política es que algo va mal en el sistema democrático.