Rodrigo Rato fue un político fundamental para la economía española durante un largo periodo de tiempo. Después de José María Aznar estaba Rodrigo Rato. Posiblemente por esta razón, el tono chulesco e inapropiado del que fuera vicepresidente del Gobierno de España y ministro de economía durante su intervención en la comisión de investigación bancaria del Congreso de los Diputados. Nada de autocrítica, nada de responsabilidades personales que se diluyen en otra general en el que no hay culpables. Rato descargaba todo el peso de esas posibles responsabilidades sobre el ministro de economía actual, Luis de Guindos, al que acusaba de haber organizado el despiece de Bankia; el Fondo Ordenado de Reestructuración Bancaria (FROB) y los inspectores del Banco de España. Como ya viene siendo costumbre, nadie que pasa por esas comisiones es capaz de reconocer, al menos, pequeños errores. Y mucho menos responsabilidades de cualquier tipo.
Rodrigo Rato afirmaba que buena parte de lo que ocurrió forma parte de lo que conocemos como mercado y que un saqueo es otra cosa distinta. Rodrigo Rato se ha dirigido a los diputados con cierta arrogancia. Y es que Rato representa una forma de hacer política que se impuso durante muchos años y que ahora persiste aunque con fuerza menor dadas las presiones de las fuerzas políticas emergentes.
Rato ha querido ajustar cuentas con De Guindos y genera un enorme malestar dentro de la que fue su formación política; problemas que se suman a los que últimamente ha provocado la nefasta gestión de las últimas nevadas que dejaron a cientos de personas incomunicadas en las carreteras. Un inicio de curso político intenso y difícil para un Partido Popular que no parece encontrar un refugio seguro desde hace meses.