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Sevilla responde a la llamada del Gran Poder

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06 nov 2016 / 22:28 h - Actualizado: 07 nov 2016 / 08:00 h.
"El Gran Poder","El Gran Poder en el Jubileo de la Misericordia"

En cualquier lugar del mundo, excepto en Sevilla, si se concentran más de 220.000 personas para asistir a cualquier evento, es imposible mantener el silencio. Solo en esta ciudad, cuando ocurre algo que forma parte de la tradición, de las de las devociones, de lo más íntimo, se puede sentir la emoción de todo un pueblo. Porque hay cosas que forman parte del escenario aunque no se vean, aunque cada uno de los habitantes de la capital andaluza lleve consigo una pequeña parte de ese elemento de la realidad que tanto marca el pasado, el presente y el futuro, de una ciudad entera. Y porque esas cosas van creciendo sin cesar puesto que los padres enseñan a los hijos la importancia de lo que aporta una identidad tan sólida, tan importante y tan bella.

Más de 220.000 personas en silencio absoluto. No hay otro lugar en el mundo en el que pueda ocurrir algo, no ya igual, sino parecido.

El Gran Poder en la calle, una imagen que Juan de Mesa fue esculpiendo con mimo hace casi cuatrocientos años. Un recorrido inédito –que ha incluido una visita a la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz- abarrotado de personas de todo tipo. Ante el Señor de Sevilla lo mismo da ser rico que pobre, ser joven o anciano, creyente o no. El Gran Poder arropado por el silencio de todos ante el Ayuntamiento de la ciudad. Un silencio sereno, educado, emocionado, íntimo. Un silencio sevillano que dicta lo que es una tradición imposible de medir, de comparar. Solo viviendo en primera persona algo como lo que sucede en Sevilla durante las grandes ocasiones, solo asistiendo y participando de ello, solo así se puede entender algo tan esencial, de una historia de siglos que crece cada minuto que pasa.

Los cimientos de los pueblos se apuntalan con sus raíces, con sus tradiciones, con eso que nunca podrán dejar de ser. Los cimientos de los pueblos se soportan sobre los hechos extraordinarios porque se suman a lo que ya pasó y modeló a las personas que conforman un pueblo. Ni una sola experiencia de las que han hecho grande Sevilla se ha perdido porque los padres ya les enseñaron a sus hijos que ser sevillano es preservar esas vivencias recibidas de los antepasados y legarlas a las generaciones futuras.

El Gran Poder ha ido de su templo a la Catedral para celebrar el Jubileo de las Hermandades en el Año de la Misericordia. Un viaje de ida y vuelta que ha servido, entre otras cosas, para afianzar la personalidad de un pueblo, la fisionomía de una ciudad. La imagen de Juan de Mesa en la calle, todo lo que representa, ha servido para que las devociones, las emociones, los silencios o las lágrimas, tengan un sentido que va más allá de lo individual, de lo que significa para cada persona. Y eso es importante porque así es como los pueblos pueden evolucionar sin perder de vista lo que han sido desde el principio de los tiempos.

El silencio de los sevillanos esta vez resuena en las consciencias de todos y para siempre. Quizás por todo esto esta procesión extraordinaria terminó con un sentido y unánime aplauso en la plaza de San Lorenzo.