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Siembra de vientos

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13 sep 2017 / 23:22 h - Actualizado: 13 sep 2017 / 23:23 h.
  • Siembra de vientos

Para explicarse una situación política como la que se vive en España, tan extravagante como peligrosa y tan ridícula en algunos aspectos como incomprensible en otros, habría que analizar las razones que nos han colocado en este lugar.

Una de ellas, tal vez la más visual, es la incorporación de nuevos políticos que han abanderado un cambio de hacer las cosas en los parlamentos o en los ayuntamientos, que han modificado desde la estética hasta la ética en cámaras que antes parecían dibujadas con trazo perpetuo, serio y revestido de la dignidad que merece un templo de la palabra en democracia como puede ser, por ejemplo, el Congreso de los diputados.

Gabriel Rufián, diputado de ERC, ayer, pedía al resto de la cámara que no hiciera el ridículo buscando impresoras con las que cada catalán, convertidos en impresores, obtendrán su papeleta con la que, el próximo 1 de octubre si quieren hacerlo y si se celebra el referéndum ilegal en Cataluña, podrán votar. Lo hacía sujetando, para que pudiera verse, una impresora casera que había llevado al hemiciclo. Una imagen, como poco, cómica.

Gabriel Rufián, entre otros, representa esa nueva forma de hacer política. A través de las redes sociales, mostrando camisetas en las que se leen quejas, mostrando objetos y banderas. A diferencia de los políticos de antes que se llevaban las ideas aprendidas de casa, muchos de los nuevos políticos, como Rufián, portan objetos que creen que representan sus ideas o publican en las redes lo que ellos creen que está cargado de una profunda ideología. Ni los objetos representan nada que no sea un chiste, ni sus discursos tienen la consistencia necesaria para que se tomen en serio.

Cuando los políticos intentan hacer su trabajo a base de tomar prestadas las ideas de los grandes filósofos, pensadores y políticos, sin entender lo que significan o cómo han funcionado en las distintas ocasiones que se intentaron implantar, cuando un político confunde lo que es la democracia con decir una barbaridad sin rubor, cuando un político esgrime el arma de la algarada como amenaza a las instituciones (en esto los especialistas son los miembros de la CUP), nada puede ir bien.

Es absolutamente necesario que la ciudadanía exija de sus políticos un mínimo de rigor, de profesionalidad y de criterio. Y la única forma de hacerlo es a través de las urnas cuando toque. Porque la falta de altura de miras, la falta de sentido de Estado y ese afán por convertir los centros neurálgicos de la democracia española en una ridiculez constante, nos ha llevado a una situación que no puede terminar en nada bueno.