Facebook, mi vida

Image
31 mar 2018 / 21:20 h - Actualizado: 31 mar 2018 / 21:31 h.

Mark E. Zuckerberg, creador de Facebook, es el responsable último de que Donald Trump sea presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. ¿Qué cómo puede ser eso? Pues muy sencillo, ahora que jugamos con las ventajas de conocer los hechos. De ciudadanos como éramos, si es que alguna vez lo hemos sido, nos hemos transformado en meros usuarios. Usuarios de redes sociales donde un día tras otro vamos contando nuestras vidas, inquietudes y anhelos, sin guardar casi nada para nosotros mismos. La intimidad es un bien escaso, el privilegio para unos pocos, los apartados del mundo, o eso quieren creer ellos de sí mismos. Los desgraciados no saben que las redes son pegajosas y que se cuelan por todos las grietas, que ya existen algoritmos hasta para los que resisten el magnetismo y la fuerza del número de seguidores. Pues bien, todo ese paquete de vidas regaladas, de millones de biografías en red, se vende a empresas creadoras de opinión pública que cotizan muy bien en bolsa. Estas, con potentísimos procesadores de datos, son capaces de determinar el perfil de cualquier comunidad y el concreto de cada usuario. Llegan a anticipar lo que queremos escuchar, lo saben todo de nosotros. Si digo casi todo estaría mintiendo. Y si conocen lo que queremos oír, es que les queda muy poco para llevarnos sutilmente a su huerto, para enseñarnos lo que tenemos que pensar. Propaganda personalizada a golpe de inocente clic, paraíso soñado de un Goebbels en forma de nube.

El brexit, Trump, los movimientos neofascistas y todo lo peor traen causa de este entramado de BigData y gente poderosa. Facebook, Twitter, Instagram y demás telas de araña son herramientas a disposición de ricos autarcas dispuestos a pagar por conocer los detalles más ocultos de nuestras vidas y así vendernos mejor, lo mismo un bote de lejía que un presidente, es capitalismo, ¡estúpido!

La era de la información como paradigma de la manipulación más perfecta. Hay algo que descuadra en todo esto. No se alcanza a comprender como en tiempos en los que la información fluye por canales muy variados, en los que hay periodistas formados en abundancia, en que los niveles de educación son muy superiores a cualquier otra época pasada, la manipulación de datos a través de las redes sociales pueda conducirnos a escenarios casi apocalípticos. Es como si individualmente se nos hubiese despojado de la capacidad de pensar o discernir, como si la red hubiese logrado aislar el poco o mucho pensamiento crítico que existe. Pero esta conclusión me resulta exagerada. Nadie dijo que el ciudadano sofisticado, libre de su propia ignorancia, fuese de generación espontánea.

Todavía no han quemado las bibliotecas. Dejen Facebook y leen más y mejor. No habrá algoritmo que pueda procesar tanta libertad.