La manada

Ese Guardia Civil era el único asidero que le quedaba en aquel portal al sentido común, pero el hombre debió poner la entrepierna encima de los códigos éticos

17 nov 2017 / 15:25 h - Actualizado: 19 nov 2017 / 10:13 h.
"Guardia Civil"
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No voy a juzgar a nadie. Tiene que hacerlo el juez. Quiero lamentar la existencia de grupos más o menos organizados cuyos fines son de dudosa bondad en los que se refugian personas que, más que otras, están llamadas a castigar determinados comportamientos, y no a participar de los aquelarres y las acciones de gusto lamentable y más que dudosa legalidad.

He leído que un miembro de la manada pertenece a la Guardia Civil. Y me ha dado pena, mucha pena. Seguramente era el único asidero que le quedaba en aquel portal al sentido común, pero el hombre debió poner la entrepierna por encima de su escala de valores y de la legítima defensa de los códigos éticos de un colectivo armado que cada día dá la cara por las personas, y no la bragueta. Al agente le salió el tiro por la culata. Me cuesta pensar que allí dentro un agente de la autoridad pudo poner orden y decirle a sus amigos que aquello no estaba bien, que no era lógico -fuese de quien fuese la idea- y que el portal de un bloque de viviendas no es el lugar idóneo para ninguna fiesta extrema. Un agente que, de haber tenido en orden las prioridades, hubiera cubierto con su chaqueta a la joven después de expulsar a los amigos de aquel descampado sexual en el que se traspasaron todas las fronteras de la lógica. Debió mirarlos a la cara para decirles «yo soy guardia civil» antes que macho de una manada de lobos. Conozco a este colectivo y no me cuadra que uno de ellos participara de la cacería de la joven que, sola, pasaba de mano en mano cual trofeo de carne objeto de instinto y deseo. Es más, aunque hubiera sido ella quien solicitara que la fiesta tuviera lugar, el agente debió poner sus galones sobre la mesa del sentido común.

Recuerdo que hace siete años, en el cruce de Su Eminencia con la Avenida de Hytasa, una mujer dio a luz en el coche porque al matrimonio no le daba tiempo a llegar al Hospital Virgen del Rocío. Tres Guardias Civiles (José Manuel, Antonio y Juan Carlos) se quitaron las chaquetas y allí mismo, con más cariño que conocimiento, ayudaron a que Cristian viniera al mundo. Los tres contaban el evento con lágrimas en los ojos, sintiendo en el alma su trabajo, su misión, el por qué de su existencia en esta sociedad que tanto los necesita. Yo ví en sus ojos el orgullo, la honestidad y la hombría.

Mi manada ni aúlla ni muerde, ni caza en grupo. La manada que yo quiero se pone manos a la obra para mancharse de sangre pero jamás las pone encima del cuerpo de una mujer. Que nadie confunda a este miembro de la manada con la Guardia Civil. Uno de los de verdad no hubiera permitido tanta locura, aunque el deseo le echara un pulso. Una manada será una manada pero un hombre es un hombre.