El mes que viene se cumplirán 80 años de la entrada de las tropas sublevadas en Constantina, donde la población, por ideales arraigados, se mantenía fiel a la II República. Hasta la invasión de los sublevados, las muertes de derechistas sumaban un total de 92, lo que provocó una desmedida venganza encabezada por el General Queipo de Llano, quien prometió que por cada muerto de su bando, perecerían diez del contrario. Comenzó entonces un proceso de detenciones y fusilamientos que llegó al millar. Muchos de los fusilados quedaban en plena calle durante días, hasta que el hedor obligaba a retirarlos. Eran entonces conducidos hasta una fosa común y allí aguardaban el paso del tiempo junto a otros cadáveres víctimas de la barbarie.

Tras la represión franquista y el advenimiento de la democracia, en el año 1980 se procede a la exhumación de cadáveres. De dicha fosa, ubicada en el cementerio católico del municipio, se extraen 780 cuerpos y cuenta con la colaboración económica del extinto Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (Iryda). Sin embargo, ni un solo documento ilustra los trabajos realizados en la zona.

No obstante, el mapa de fosas de Sevilla, coordinado por Ángel del Río para la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía (Amhyja) y entregado al Comisario de la Memoria Histórica de Andalucía, es el primero en ofrecer algunos datos. En dicho mapa, se destaca la singularidad de esta fosa, que según su coordinador tiene una especial importancia debido al gran número de víctimas en una localidad relativamente pequeña. Igualmente, extraña en este informe la presencia del Iryda, algo, explica Del Río, «totalmente único», ya que normalmente las exhumaciones son hechas a petición y con la colaboración de familiares y amigos.

De la misma manera, señala, las exhumaciones fueron hechas sin rigor científico, en tres tandas, sin contar con forenses ni arqueólogos, y el tanteo de cadáveres se basó únicamente en el número de calaveras, por lo que el número de víctimas podría haber sido mayor aún. En el informe del mapa de fosas, colaboró una persona especial, José Hidalgo Rojas, hijo de un concejal constantinense fusilado tras un consejo de guerra en las años 40. Hidalgo hizo las veces de informante y consiguió localizar la fosa. Tras su apertura, y después del levantamiento del mausoleo conmemorativo, este vecino dedicó una década de su vida a cuidar del mencionado mausoleo, acudiendo cada martes al cementerio constantinense.

36 años después de la exhumación, y 80 después de los tristes altercados, el sindicato CGT y la web todoslosnombres, denuncian la presencia aún hoy de muchas incógnitas, entre ellas, conocer la justificación de la presencia del Iryda. Ante estos asuntos, José Antonio Álvarez, quien fuera concejal de la primera corporación constantinera en la democracia, arroja un poco de luz. En aquel entonces, era un joven edil independiente que prestó apoyo a un equipo de gobierno compuesto por antiguos republicanos «con urgencias por descubrir». En esa misma línea, Álvarez señala la importancia de Hidalgo Rojas, a quien otorga el «mérito principal» por su empeño en la apertura de la fosa y por el posterior cuidado del mausoleo. Sin embargo, señala que no solo su papel fue importante, sino que también la actuación del Ayuntamiento de la época fue importante.

De la misma manera, Álvarez encuentra la explicación lógica a la intervención del Iryda en la actuación, ya que, según las propias palabras del exconcejal, el propio Rojas trabajaba para este organismo. Durante los trabajos de exhumación, los cuales, según Álvarez, se hicieron «a estilo compadre» y donde se cometieron errores «por mirar con los ojos», se produjo un hecho destacable, como fue la colaboración por parte de personas de la derecha, algunos de ellos con un puesto relevante en el Iryda y cuya actuación puede hacer entender el silencio posterior y la falta de documentación. Y es que, según parece, el miedo se apoderó de demasiada gente una vez abierta la fosa.

Para Cecilio Gordillo, coordinador de CGT-A y de todoslosnombres, la razón del silencio se debe a la necesidad de que «la voz no se corriera y comenzaran a exigirse intervenciones similares». Ello, unido, según Gordillo, a que «a posteriori había que ocultar estas iniciativas de los herederos del franquismo (UCD), pues podía dejar en mal lugar a la izquierda asentada en el Congreso, el Senado, las diputaciones, ayuntamientos...»

80 años después de la barbarie, un pequeño mausoleo en el cementerio de Constantina honra la memoria de aquellos que sufrieron los desastres de la guerra. En el aire, muchas incógnitas y un deseo por parte de todoslosnombres: «Que el Ayuntamiento convoque a aquellos vecinos y cargos públicos aún vivos y recoja sus testimonios lo antes posible», y de esta manera hacer visible la transparencia y el conocimiento de nuestra historia reciente.