Entre el odio y el amor por las VPO

En la actualidad existen casi 13.000 sevillanos a la espera de una oportunidad para hacerse con un piso protegido frente a quienes llevan años viviendo en uno de manera satisfactoria

12 nov 2016 / 13:01 h - Actualizado: 11 nov 2016 / 08:35 h.
"Vivienda","Emvisesa","La vivienda remonta el vuelo"
  • Demandantes de vivienda hacen cola en la sede de Emvisesa, ubicada en la calle Bilbao. / José Luis Montero
    Demandantes de vivienda hacen cola en la sede de Emvisesa, ubicada en la calle Bilbao. / José Luis Montero

Después de unos ocho años apuntado en el registro municipal de demandantes, Carlos se decidió a apuntarse a uno de los sorteos de Viviendas de Protección Oficial (VPO) que el Ayuntamiento de Sevilla, tras tener la adjudicación de casas protegidas en blanco durante algunos años, organizó el pasado 2015 para pisos en régimen de alquiler con opción a compra. Y aunque no fue agraciado en el sorteo, lo cierto es que «la gente fue renunciando, la lista corrió y me llegó la carta para que acudiera a elegir una de las viviendas disponibles». Una historia parecida es la de Domingo, que tres años después de registrarse como demandante y previa participación en un sorteo, se encontró con la posibilidad de entrar en un piso de Sevilla Este, adaptado a la discapacidad que tiene su hijo.

Ambos forman parte de los 12.989 demandantes –cifra actualizada a fecha de marzo de 2016– de vivienda que existen en Emvisesa y, a tenor del abultado número de la lista, muchos podrían pensar que los agraciados tendrían que darse con un canto en los dientes por haber tenido, como poco, la oportunidad de elegir uno.

Sin embargo, ninguno de los dos casos que se describen acaba con un apretón de manos y una entrega de llaves, el paso lógico. «Una vez elegido sobre plano, fuimos a verlo físicamente, pero ni a mi pareja ni a mí nos convenció el piso», lamenta Carlos, «porque aparte de que incluso con los descuentos que me correspondían nos parecía caro, al ser de segunda adjudicación –ya había tenido inquilinos previamente– las instalaciones estaban deterioradas».

Domingo, por su parte, se queja de que el precio total de la vivienda adaptada que le ofrecieron era prácticamente el mismo «que los de venta libre de esa zona, y para colmo la adaptación del piso tampoco es que fuera para tirar cohetes». Por eso dice no entender en qué se diferencian las VPO de cualquier tipo de vivienda de un promotor privado.

Claro que también se da la circunstancia de que hay inscritos que jamás han recibido una carta o llamada de la empresa pública de vivienda de Sevilla. «Llevo un porrón de años apuntado y ni siquiera he recibido un christmas navideño de Emvisesa», bromea Julián, inscrito en el registro desde el año 2005. Desde entonces, asegura haberse apuntado al menos a cuatro de los sorteos de VPO, si bien sobre tres de ellos «nunca obtuve respuesta».

En el caso de Julián el problema para acceder se agrava, además, por las condiciones económicas que se requieren para poder alquilar o comprar, ya que «siempre he estado una mijita por encima del mínimo que exigen, así que tampoco recibo ningún tipo de ayuda para poder afrontar la adquisición», puntualiza.

REQUISITOS

Sobre el papel, para ser consideradas VPO, las viviendas deben cumplir una serie de requisitos –que vienen determinados por la comunidad autónoma en la que se ubica– como dimensiones máximas y precio máximo de venta o de renta por los que el «promotor obtiene del estado y las comunidades autónomas una serie de ayudas que compensan la limitación de precio máximo al que se pueden vender o alquilar», según una guía que el portal web Idealista ha elaborado sobre este tipo de viviendas.

De la misma forma, quien se decida por un piso de estas características puede acceder a una serie de subvenciones como «ayudas a la entrada, préstamos convenidos o subsidiación de préstamos». Por tanto, las condiciones son –o deben ser–, a priori, más ventajosas que en cualquiera de venta libre.

Asimismo, cualquiera no puede optar a una vivienda protegida. Con carácter general, es imprescindible que no le hayan concedido otra vivienda protegida con anterioridad en España, no tener ninguna libre en propiedad, estar inscrito en el registro de demandantes, disponer de unos ingresos familiares mínimos y no haber obtenido ayudas financieras de planes estatales o autonómicos de vivienda en los diez últimos años. A esto habría que sumar los requisitos de cada comunidad autónoma que, en el caso concreto de Andalucía, incluye acreditar el solicitante o la unidad familiar o de convivencia unos ingresos que no excedan de 5,5 veces el Iprem para la vivienda en propiedad, de 2,5 veces el Iprem para el alquiler y de 3,5 veces el Iprem para el alquiler con opción a compra. En el caso de solicitar una vivienda en propiedad, se exigen unos ingresos mínimos de 1 vez el Iprem.

CASOS DE ÉXITO

Y mas allá de quienes aún no han podido acceder a una VPO, sea cual sea el motivo, también hay relatos con final feliz. Carmen recuerda cómo guardó cola de madrugada hace poco más de 20 años, junto a su suegra y en las antiguas oficinas de la empresa pública ubicadas en la calle Orfila, para acceder a una VPO «que afortunadamente terminé de pagar hace cinco años, tras 15 de hipoteca» en Pino Montano.

Antes le habían ofrecido uno en Sevilla Este, «pero nos exigían dar de golpe un dinero que no teníamos, y en ese momento nos dijeron que próximamente saldría una promoción de viviendas que iba a ser muy cómoda de pagar. Estuvimos un mes llamando diariamente para ver si estaban listos los pisos y, de pronto, lo estuvieron. Nos lo entregaron el 5 de diciembre de 1996 y hasta hoy, ya libres de hipoteca», celebra esta sevillana que ya puede presumir de tener un piso de VPO en propiedad.

También los hay que vivieron la época de pleno apogeo de entrega de viviendas a través de sorteos multitudinarios, aquellos en los que se ponían grandes pantallas en el Palacio de los Deportes de San Pablo y que generaban una gran expectación. Rosaura fue, hace aproximadamente una década –justo antes de que estallara la crisis–, agraciada en vivo y en directo con un piso en Los Bermejales, con el que está «más que contenta». Admite, eso sí, que «facilidades de pago no hubo. Menos mal que yo tenía dinero ahorrado, porque recuerdo que de primeras tuvimos que hacer un desembolso importante», refiriéndose también al que era su pareja en aquel entonces y ya hoy es su marido, Mario. Los dos habían pasado varios años apuntados a Emvisesa, pero «a él nunca lo llamaron, y que yo sepa a mi hermana, que se inscribió entonces, tampoco». Rosaura señala, no obstante, que su experiencia con la VPO es buena y que no se puede quejar, porque el barrio le gusta, está cerca de su familia y «el piso tiene unas calidades buenísimas». Tampoco le pesa el hecho de que su hipoteca es a 25 años y aún la está pagando: «La cantidad es mucho menor que un alquiler cualquiera, y encima en su momento recibimos la subvención, que fue una gran ayuda para equipar el piso», afirma Rosaura, añadiendo que, si no llega a ser por esta oportunidad, «en aquella época no hubiera podido empezar mi vida fuera de casa de mis padres porque los pisos de venta libre estaban carísimos».

Y es que ya se sabe que existe una delgada línea entre el amor y el odio y entre el odio y el amor. Sí, también por una VPO.