Una novillada (por fin) divertida

El excelente concepto del toreo y la renovada disposición del novillero ecijano Ángel Jiménez fue el hilo conductor de un festejo en el que Silvera y Cadaval quisieron dar lo mejor de sí mismos

31 may 2018 / 22:50 h - Actualizado: 01 jun 2018 / 16:46 h.
"Toros"
  • Ángel Jiménez, que entró a matar al cuarto sin muleta, firmó la actuación más interesante de la novillada de abono celebrada ayer en Sevilla. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
    Ángel Jiménez, que entró a matar al cuarto sin muleta, firmó la actuación más interesante de la novillada de abono celebrada ayer en Sevilla. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
  • La espada permitió a Silvera cortar otra oreja al quinto de la tarde.
    La espada permitió a Silvera cortar otra oreja al quinto de la tarde.

Jiménez puso el argumento de mayor peso en un festejo entretenido y dinámico. Ya sabíamos que el novillero ecijano, rescatado para la profesión por Enrique Peña y José Luis Moreno, sabe torear. Lo mostró el año pasado, brillando a buen nivel con el único pablorromero que se dejó dentro del decepcionante envío del campo manriqueño. Pero ese buen tono se iba a ver acompañado este año con una indeclinable disposición que le permitió cambiar el signo de la tarde con estrategia y raza de novillero antiguo. Pero conviene ir por partes: Jiménez había cuajado de verdad al primero, un novillo de excelente clase al que enjaretó una faena rítmica, bien planteada, perfectamente estructurada a la que, eso sí, le sobró el epílogo. El toreo de Jiménez está adornado por una virtud infrecuente: el sabor. Pero es que los muletazos del torereo de la Sartén, ligados en el sitio de torear, están dichos con la cintura, expresados con todo el cuerpo y no caen en el vicio de la sobreactuación. Tenía la oreja en la mano pero hay que trabajar el sentido de la medida...

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El caso es que la tarde estaba para él. Ángel Jiménez había salido sincera y resueltamente a triunfar y se jugó el tipo a portagayola antes de enjaretar dos largas de rodillas en el tercio. Fue en el cuarto de la tarde. Después llegó un puñado de verónicas arrebatadas y hasta una media de cine que marcó muchas diferencias. El chaval volvió a enseñar ese sentido rítmico del toreo en una faena entregada y reunida en la que sí falló el definitivo fondo del utrero. Jiménez sabía que había que amarrar aquello como fuera y tiró de raza antigua. La estocada sin muleta terminó de inclinar la balanza. La oreja, premio global a su excelente tarde, la paseó encantado de la vida. Puede y debe volver en la previa de San Miguel. Se le esperará con mucho agrado.

El segundo de la terna era Emilio Silvera. En Huelva dicen que es choquero y en Sevilla, que de aquí. Qué más da... Había ganas de comprobar los progresos de un chaval que ha logrado interesar a los profesionales a pesar de lo poco que se ha prodigado. Silvera, hijo del diestro onubense del mismo nombre, pudo mostrar su buen concepto del toreo con el segundo pupilo de Pepe Moya. Pero al novillo, sin ser malo, le faltaron bríos en el tercio final dejando la faena en apuntes y esbozos de la actitud del chaval, que iba a encontrar en la contundencia de su espada la llave de la oreja que le cortó al quinto, otro ejemplar de fuerza declinante que sí se empleó con importancia en los primeros muletazos. A Silvera le faltó mayor apuesta y compromiso en esa primera fase del trasteo pero, como Jiménez, supo volver las tornas.

Cadaval se despedía como novillero ante sus paisanos. Las dudas de otras tardes se tradujeron ayer en un mayor compromiso y, sobre todo, en una positiva evolución que le permitó solventar la papeleta con otros argumentos. No le faltó firmeza ante el desinflado y tardo tercero y tampoco fue mala la actitud con el buen sexto, que fue –con el primero– el más potable de todo el envío.