125 aniversario

Buenos tiempos para la lírica

La obta 'Mujeres sobre mantón', del pintor cordobés Julio Romero de Torres

La obta 'Mujeres sobre mantón', del pintor cordobés Julio Romero de Torres / Raúl Caro

Carmen Carballo

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?, ¿peor?... Digamos que muy diferente. Para lo bueno y para lo malo. Los periodistas más veteranos, y en particular los dedicados a la información denominada cultural, echamos de menos aquellas redacciones de medios de comunicación que contaban con una sección específica de Cultura y Espectáculos. Redactores y críticos especializados escribían de temas tan variados como artes plásticas, arqueología, literatura, música clásica, pop, rock, teatro, danza, flamenco, moda, gastronomía, viajes... No éramos pocos. Y eso fue lo que pude vivir en la redacción de El Correo de Andalucía durante el final de los años ochenta y toda la década de los noventa como responsable de la sección.

Nuestro caso fue algo inusual. La llegada de un nuevo equipo de dirección al periódico en el año 1986 trajo otras normas y una apuesta decidida por la Cultura. No todo tenía que ser escribir de política, que era la estrella informativa en aquellos movidos años. O de deportes, una sección siempre a la última que en nuestra redacción se ubicaba precisamente al lado de los compañeros de Cultura, en lo que fue durante años una convivencia agitada y fraternal al mismo tiempo.

El compacto equipo de Cultura lo formaban cuatro o cinco redactores (todo un lujo hoy) que eran referentes para el mundillo cultural. Un grupo de periodistas que estaba siempre al otro lado del teléfono para difundir la labor de compañías de teatro, músicos, flamencos, escritores, o de instituciones públicas y privadas que se empeñaron en colocar la Cultura en el lugar que le correspondía en la nueva sociedad democrática.

El periodismo cultural siempre tuvo, y sigue teniendo, un plus de exigencia que hace que las lagunas y deslices resulten especialmente imperdonables

Si te quedabas en la sección era porque tenías ciertas inquietudes culturales y no te importaba alargar tu jornada en la redacción asistiendo por la noche a estrenos, galas literarias o festivales flamencos. No queríamos dejar de aprender, entre otras cosas porque el periodismo cultural siempre tuvo, y sigue teniendo, un plus de exigencia que hace que las lagunas y deslices resulten especialmente imperdonables.

Tuvimos suerte con aquel proyecto empresarial y había muchos temas de los que poder escribir. Después de unos primeros años de rodaje con la llegada de la democracia, Sevilla comenzaba a vivir sus grandes hitos culturales, con ejemplos tan destacados como Cita en Sevilla, aquel ambicioso programa de conciertos del Ayuntamiento que nos deslumbró con grandes nombres de la música en sus recintos del solar de la Maestranza o del Prado.

También se pusieron en marcha los primeros planes de actuación de una casi recién nacida Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, sin olvidar los festivales de Música de Cine o de Danza en Itálica que organizaba la Diputación Provincial. Todos estos acontecimientos tuvieron su sitio en las páginas de El Correo.

La sección de Cultura era joven, pero suficientemente preparada. Cada día peleábamos en las reuniones en las que se configuraba la portada del periódico para que hubiera al menos un apunte cultural. Y en estas llegó la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Aquel grupo de redactores -versátil, acostumbrado a la calle, a la prolongación de jornada y sin complejos- fue el corazón del equipo que se trasladó al Centro de Prensa de la Cartuja para elaborar nada más y nada menos que 24 páginas diarias sobre la Expo.

No se trataba de escribir solo de temas culturales, sino que todo este gran evento quedó recogido en las páginas de El Correo en todas sus manifestaciones. Se sumaron más redactores y los críticos nunca tuvieron tanto trabajo ni una agenda de espectáculos de tan alto nivel, con orquestas internacionales, grandes nombres del teatro, cantantes, visitas estelares y espectáculos que nunca olvidaremos.

Nuevos productos culturales

Cuando pasó la gran fiesta de la Expo había que lograr que la cultura fluyera de nuevo por la ciudad. Así nació La Revista, una gran sección  para todos los públicos que iba de la playa a la montaña, del Festival de Danza de Itálica al de Música de Granada, de las excavaciones arqueológicas a los nuevos locales de moda.  

Y así llegó también el prestigioso suplemento cultural La Mirada en diciembre de 1993. Puesto en marcha por el escritor y gestor cultural Paco Lira con el apoyo de Juan Bonilla, José Luna Borge, Juan Rey y otros colaboradores literarios, resultó todo un lujo para un periódico de ámbito regional, que podía ofrecer un cuadernillo literario que hacía gala de un más que notable nivel de excelencia y del que se llegaron a publicar más de 200 números.

'La Mirada' se convirtió en un suplemento de referencia y El Correo se benefició de esta marca de calidad

Cada viernes, durante siete años, la sección de Cultura editaba este suplemento en el que autores tan relevantes como Fernando Ortiz, Javier Salvago, Andrés Trapiello, Muñoz Rojas, Juan Luis Panero, Aquilino Duque o Jacobo Cortines, por citar solo algunos ejemplos, compartieron páginas con otros que empezaban a despuntar entonces. La Mirada se convirtió en un suplemento de referencia y El Correo se benefició de esta marca de calidad.

Y nos plantamos en la frontera del año 2000. Fue entonces cuando una sección compuesta entonces por profesionales como Manuel Castro, Pepe Iglesias, Amalia Bulnes, Silvia Sánchez o Alberto Guallart, entre otros compañeros, se vio zarandeada de un día para otro por la brutalidad de la lógica empresarial. El equipo que se había hecho respetar por nuestros lectores y nuestros compañeros de oficio, el equipo que había logrado estar presente en multitud de foros y sobrevivir a todo tipo de vaivenes contempló, entre estupefacto y abrumado, cómo comenzaba una nueva era... Pero esa es otra historia.

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