FLAMENCO
Israel Galván, el bailaor de la nueva pureza que se ríe de Sevilla
El genial artista ocupa cinco días seguidos las dos salas del Teatro Central para celebrar el Día del Flamenco con la pieza ‘RI TE’, junto a Marlene Monteiro, y el estreno absoluto de ‘Sevillanas Solteras’
Israel Galván y Marlene Monteiro, en el espectáculo 'RI TE'. / Laurent Phillipe
Desde que de niño obligaban a Israel Galván a competir por sevillanas en los concursos de las velás que se celebraban en los barrios, y que nunca ganaba, al estreno absoluto de las Sevillanas solteras que trae este viernes 14 de noviembre al Teatro Central de Sevilla han pasado décadas de aceptación, contradicción, transformación y revolución que lo han situado como el bailaor y coreógrafo flamenco más reconocido del siglo.
“Un referente, un visionario y un artista personal, consecuente, valiente, inagotable y libre”, como definen a este periódico otras grandes figuras como Isabel Bayón, David Lagos y Ana Morales. “El creador de la nueva pureza”, resume la catedrática en Antropología de la Universidad de Sevilla, Cristina Cruces.
Durante este tiempo, a veces sin querer, Galván ha ido compartiendo con el público sus tormentos y hallazgos en obras tan repudiadas como vitoreadas que han modificado, expandido y abierto la mirada hacia la danza flamenca, el imaginario jondo y la propia ciudad que habita, siente y padece.
Galván ha ido compartiendo con el público sus tormentos y hallazgos en obras tan repudiadas como vitoreadas que han modificado, expandido y abierto la mirada hacia la danza flamenca
Por eso, apenas un mes después de llenar el Teatro de la Maestranza con la versión de Carmen con la que clausuró la Bienal de Sevilla, estos cinco días en los que el sevillano ocupará las dos salas del Central con dos propuestas escénicas que sirven para celebrar el Día del Flamenco suponen un revolcón cultural a la altura de la polémica y veneración que ha envuelto la entrega de la Rosa de Oro a la Virgen Macarena en su Basílica. “Una especie de ajuste de cuentas consigo mismo, su memoria y su ciudad”, que apunta Manuel Llanes, el director del Central, epicentro de la danza de vanguardia en la capital sevillana.
En este sentido, Llanes se plantea el “sencillo y a la vez complejo objetivo de que los trazos de este artista único, al que los franceses llaman el “bailarín de soledades”, no solo impregnen a los espectadores sino también a aquellos que se inician en el lenguaje del movimiento”. Porque, más allá del virtuosismo o “su arrolladora presencia escénica y su gestualidad”, subraya la bailaora y Premio Nacional de Danza 2022, Ana Morales, lo que hace grande a Galván es su capacidad para no dejar indiferente y generar sorpresa, que hace que nadie quiera perdérselo, aunque no siempre se le entienda y haya quienes “sientan ese extraño temor que provoca no compartir algo que otros elogian”, reconoce el cantaor David Lagos, que lo ha acompañado en la mayoría de sus espectáculos.
“Una especie de ajuste de cuentas consigo mismo, su memoria y su ciudad”
Al respecto, el jerezano recuerda los abucheos y gritos que recibieron en el estreno de Lo Real (2012) en el Teatro Real de Madrid y cómo el elenco al completo, en el que se daban cita artistas formados en la tradición como La Uchi, Belén Maya, Isabel Bayón, Emilio Caracafé o Bobote –“¡atención a su ojo para reunir a estas personalidades!”, observa-, tuvieron que aguantar el tipo hasta el final, aprendiendo para siempre una lección: “La importancia de creer en uno mismo”.
Israel Galván (Sevilla, 1973). / Filippo Manzini
Con el flamante Premio Nacional de Artes Plásticas, Pedro G. Romero, al aparato, Galván, según entiende Cruces, “nos lleva a un territorio en el que quiebra la representación con una curva y narra un discurso propio rodeándose de elementos desconocidos hasta entonces en el flamenco bailado (plancha, hamaca, polvo) y despojándose de otros. Invirtiendo el discurso jondo y desnudando aún más el baile”.
El arte de reírse
Superada la incomprensión y en su actual búsqueda de la alegría, este “visionario” se mete desde este miércoles al sábado 16 en la sala B (19.00 horas) con la caboverdiana Marlene Monterio Freitas para presentar RI TE, un espectáculo inventado a partir de fricciones y fusiones, seducciones y fascinaciones mutuas, en el que dialogan y juegan con ternura y alegría, de la diversión al cansancio.
Aquí, como ya hiciera con Akran Khan en el recordado Torobaka, el artista se sumerge en lo desconocido para compartir espacio y cuerpo con la creadora, habitual de los festivales de artes contemporáneas más prestigiosos del mundo y autora de piezas tan sorprendentes e imaginativas como Idiota, que la llevó, dentro de una caja transparente, al MACBA barcelonés, en el Grec 2022 o Bacantes – Preludio para una purga (premiada con el León de Plata de la Bienal de Venecia), Guintche y Mal- Embriaguez Divina, que también acogió este espacio.
Sevilla ¿es sagrada?
Por otro lado, en coproducción con el Central y con el cante y la guitarra de María Marín y la charanga Los Sones, se presenta a modo de doblete el viernes y el sábado (20.30 horas) en la sala A Sevillanas solteras, una creación mundial en la que explora sus raíces y quiere mostrar la “impureza congénita de estas prácticas resultantes de la hibridación, del mestizaje e incluso del culto a la bastardía”, se lee en la sinopsis.
Incapaz de bailar bien sevillanas, como él ha reconocido, y siguiendo la línea de otros títulos como Fla.co.men, La fiesta o su más reciente Los seises, realiza este acercamiento para desafiarse y reírse de sí mismo, del flamenco y de Sevilla. Quizás en respuesta a esos galardones que en su infancia no pudo entregar a sus padres -bailaores y profesores de academia de baile- a pesar de que sus compañeros le apodaran después El Premio por los trofeos que atesoraba y a los que se les sumaron el Premio Nacional de Danza, la Medalla al Mérito de las Bellas Artes y la insignia de Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, entre otros.
Al respecto, la bailaora y coreógrafa sevillana Isabel Bayón, que ha compartido escenario con Galván y para la que éste dirigió Dju Dju, recuerda que Galván “siempre ha sido especial y peculiar” y que todo lo que hace y ha conseguido es fruto de una evolución y “de horas y horas de estudio”, enfatiza. “Pasó de no querer bailar a ser un trabajador incansable. El primero que llegaba y el último que se iba cuando estábamos en la Compañía andaluza”, relata.
A Israel le gusta Sevilla pero, sobre todo, le llama la atención la Sevilla hiperbólica y barroca, de tradiciones llevadas a la exageración
De todas formas, si en una urbe, a veces tan endiosada y ombliguista, se acepta y se aplauden estas observaciones suyas de tradiciones intocables e incuestionables (otras veces el fútbol o de la religiosidad) es porque su objeto no es la ridiculización sino la comprensión. “A Israel le gusta Sevilla pero, sobre todo, le llama la atención la Sevilla hiperbólica y barroca, de tradiciones llevadas a la exageración. Va a lo profundo de esa Sevilla tradicional. A él no le gusta lo edulcorado, le mueve lo radical”, reflexiona Bayón.
Con humor e ironía, sus obras retratan una Sevilla “que ni siquiera sabíamos que existía, algo así como cuando lees La ciudad de Chaves Nogales y te preguntas, ¿pero esto estaba ahí?, compara el cantaor jerezano quien manifiesta su “eterno agradecimiento a Galván por haberle cambiado la forma de enfrentarse al arte”.
Un ensayo de 'RI TE'. / Laurent Phillipe
Para Morales, además, Sevilla no sólo está en su imaginario, sino que “la lleva metida en el cuerpo, la tiene en su pisada y en la naturalidad con que se mueve”, también en la forma con que “descontextualiza los clichés”. Algo en lo que coincide Cruces, quien destaca su giro al territorio del mimo y el gesto, el transformismo y la parodia. “Ay, si Manolito Soler lo viera ahora, cuánto lo disfrutaría”, piensa.
Lo radical es la tradición
Como recuerda Lagos, Galván no trabaja desde la perversión ni desde la provocación, entre otras cosas porque “cuando Israel empezó a hablar su propio lenguaje dancístico ya llevaba aprendido el abecedario”, defiende. De hecho, su inquietud está desde el inicio de su trayectoria, cuando dejó boquiabierto al público en la Bienal del 98 con su debut de ¡Mira! / Los Zapatos Rojos, una obra que parte del clasicismo para zarandearlo y que la crítica especializada señaló ya entonces como una genialidad.
Dejó boquiabierto al público en la Bienal del 98 con su debut de ¡Mira! / Los Zapatos Rojos, una obra que parte del clasicismo para zarandearlo
Por eso, Cristina Cruces ve en él “primero la tradición y la casa. El rigor. Aún adivino a Mario Maya en su cuerpo”, pero enseguida aparece “la frescura, el riesgo y la huida, el descaro, que eran a la vez un vaciamiento para el bailaor y, para el espectador; la tentación de un espacio nuevo donde mirar. Una pureza con otro nombre, una autenticidad que nos obligaba a superar viejas emociones y a ponerle un nombre nuevo a la experiencia. A la de quien mira, no sólo a la de quién baila”, desarrolla.
Para el espectador, Israel Galván supone la tentación de un espacio nuevo donde mirar, una pureza con otro nombre, una autenticidad que nos obligaba a superar viejas emociones
Para Bayón, “Israel ha sabido recoger la herencia de la tradición, desempolvarla, refrescarla, darle la vuelta y pasarla por su filtro y su mundo personal, con experiencias y vivencias”. De ahí la verdad que destila su baile: “Él no huye de la tradición, se nutre de ella”, comparte alguien que lo conoce desde niño, cuando en el desaparecido tablao La Trocha, compartían inquietudes en torno al cóctel sin alcohol de moda en la época. “Él dice que somos la generación San Francisco”, bromea sonriente la Premio Nacional de Danza 2013.
“Israel nos ha llevado por su propia vida, bailada, de la mano. Y por la de las gentes, las de lo real y las de los circos. Un temerario desafiante a lo normativo y a la convención, pero con la memoria impregnada en el cuerpo, qué le vamos a hacer. Y es por ese revolcón a la ortodoxia que entonces nos cegaba, por lo que de pureza flamenca anida bajo el manto de su experimentalismo, y por lo mucho que he amado su danza, que le doy infinitamente las gracias”, concluye Cruces.
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