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Arenas y los descamisados del PP

el 14 feb 2012 / 13:09 h.

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El pasado sábado tenía muy claro que iba a dedicar esta entrada de La Siega al candidato del PP a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Le iba a lanzar un "Javier Arenas, campeón, ahora la llevas clara". Estaba yo convencidísimo de que la agresividad con la que el Gobierno central, de su mismo partido, ha concebido la reforma laboral castigaría al aspirante, poniéndole más difícil el acceso al poder en una comunidad autónoma, la andaluza, cuya mayoría de ciudadanos está cansada, incluso hastiada, de tres décadas de su particular PRI, el PSOE-A, de cómo éste ha gestionado la crisis económica, del millón largo de desempleados y del escándalo del fondo de reptiles de los ERE presuntamente irregulares, con sus políticos y sindicalistas chupando del bote.

Sin embargo, tras los últimos zarandeos en el avispero socialista, con Sevilla como decano ring de hostias y puñaladas traperas, no estoy ya tan seguro de que los radicales cambios -porque son radicales- en la legislación sobre el mercado de trabajo vayan finalmente a pasar factura al popular Arenas. Si éstos son de enorme impacto social, en estos tiempos no lo es menos el deprimente espectáculo de ver que quienes aún alzan los puños para tatarear, que no cantar ni sentir, La Internacional tratan a toda costa de satisfacer sus ambiciones profesionales y personales y/o salvar su propio culo.


Tendría que ser más severa, me comenta un amigo empresario acerca de la reforma laboral. Su argumento: el empleado que vale, vale, y el que no, a la puta calle. Justo es lo mismo que podría decir yo, que empleado soy, de los empresarios. Mi argumento: el que vale, vale, y el que no, pues llorará y llorará ante la administración a ver qué ayudas públicas rebaña, ayudas que, por cierto, salen del bolsillo de todos los contribuyentes, sean empleados, sean empresas. Que a nadie se le olvide, y esto va especialmente por los patronos, que hasta hace muy poco tiempo hemos tenido en España a un presidente de la CEOE, empresario también, que arruinó su imperio por una pésima gestión -por la que, además, tiene causas judiciales pendientes-, gestión suya, de él, no de la plantilla.

Eso sí, mi amigo tiene santa razón cuando sentencia que en los puestos de trabajo se debe primar a los mejores. Pues sí, respondo yo, aunque semejante cuento también sería válido para las compañías, promocionen ustedes a los buenos directivos, y especialmente en las familiares, donde ascienden hasta los hermanos tontos. Es que siempre hay por dónde callarse, ¿verdad? Último comentario. Si un empresario pilla a su mujer poniéndole los cuernos con uno de sus trabajadores, aquél se puede divorciar rápidamente de ésta dejándola, además, con una mano atrás y otra delante, aunque no de éste -por supuesto, laboralmente hablando-, al que, en cualquier caso, habría que indemnizarle con una pasta gansa. Como la cornúpeta historia estaba fuera de lugar, suspendí la conversación. Me vino a la mente cierto patrón andaluz, ya fallecido, que, allá por 1995, siendo yo periodista becario, se preguntaba quién era el Gobierno, entonces presidido por el Felipe González (PSOE), para decirle a él cómo tenía que organizar su empresa y a su plantilla. Cual terrateniente que, oteando la plaza del pueblo desde lo alto de su caballo, decidía apuntando con su dedo a qué jornaleros contratar por cuatro perras.

Pues ya tenemos la reforma laboral que querían los empresarios, aunque siempre queda margen para querer más. No voy a recordarle al presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, sus mítines electorales en los que garantizó, mediada palabrita del niño Jesús, que de abaratar el despido, ni mijita. No enfademos a María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, quien ha dicho que ni el Ejecutivo ni su partido, el de los trabajadores -descamisados, no, al menos vestidos en El Corte Inglés-, han abaratado el despido, afirmación con la que o se está cachondeando de este trabajador, el que este artículo escribe, o le está tomando por tonto o es el cinismo personalizado en mujer. En fin, allá ella y las mentiras -porque son mentiras- de su partido. Yo cuento y me salen que de 45 días se pasan a 33 pero cabría deducir que son 20 con carácter general. Pónganle ustedes verbo a esta rebaja, a ver si soy yo el equivocado y sea encarecer.

Y que tire la primera piedra aquella empresa que no haya reducido ventas durante tres meses consecutivos y pueda servirle de excusa legal para prescindir del personal de manera procedente o emprender un recorte generalizado de salarios. Tan agresiva es la reforma, calificativo tomado prestado del Gobierno, que toca todos los palos, incluidos un poder sindical mermado y un regreso del cállate o a la calle. Sólo cabe exigir que, al menos, cree empleo y lo haga rápido. Pero me temo que no.

http://blogs.elcorreoweb.es/lasiega/

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